El poder de la carne

La historia bíblica de Noé me aportó, hace unos meses, un argumento nuevo sobre por qué el hombre comenzó a matar animales y comer su carne, cuando, originariamente, su alimentación se basaba en el consumo de vegetales. En algún momento del inexorable éxodo, tuvo el convencimiento de que ingerir carne de los seres vivos no humanos que lo rodeaban le proporcionaría una fortaleza que le haría superior a los mismos.

Quizás sea un argumento mítico, basado en una leyenda poco creíble, pero lo cierto es que siempre se ha asociado el consumo de carne con una mayor fuerza física. Si te alimentas con carne, serás más vigoroso, serás más fuerte. Pero había algo subyacente en el impulso primero para digerir carne animal: el deseo de poder, el poder que daba la carne. Poca evolución espiritual demostraban los coetáneos de Noé.

Hoy, miles de años después, deberíamos ser seres mucho más evolucionados. De hecho, yo entiendo el ser vegetariano (no consumir ni carne ni pescado, ni mariscos) como una forma de vida en la que el desarrollo espiritual es componente esencial. Los vegetarianos no solo respetamos la vida de los animales, también buscamos expandir nuestra conciencia a través de sentimientos de amor y paz hacia el resto de seres que nos acompañan en el Camino.

Sentimientos de amor y paz son los que intento mostrar cuando escucho frases tan repetitivas como: ¿y las plantas no son seres vivos?, ¿acaso los vegetales no tienen sentimientos? O ante la lúcida broma: “Un día acabarás haciendo la fotosíntesis”. Sí, yo quiero hacer la fotosíntesis. Quiero alimentarme del sol, de la energía de la Luz, de la lluvia, y de todo lo puro que me proporcione el planeta. Mensajes han llegado de otras dimensiones confirmando que llegaremos a ello.

Pero, mientras tanto, los vegetarianos, veganos, crudiveganos, macrobióticos, ayurvedas y resto de humanos que hemos optado por estos tipos de alimentación (ausencia de carne animal en nuestros platos) seguiremos intentando sobrellevar las críticas, las incomodidades y la incomprensión de la mejor manera posible; con el mismo respeto que demostramos ante los que son diferentes, sin querer ser más poderosos que ellos y rechazando cualquier tipo de violencia en nuestros corazones.