Basta de silencio: Carta abierta al obispo de Tenerife sobre las agresiones sexuales a niñas y niños

Asociación Nacional Infancia Robada (ANIR) Asociación de Víctimas de Abusos (AVA) Asociación contra los Abusos Sexuales en la Infancia Lulacris

Señor Bernardo Álvarez:

Desde la Asociación Nacional Infancia Robada (ANIR), la Asociación de Víctimas de Navarra (AVA) y la Asociación contra los Abusos en la Infancia Lulacris nos dirigimos a usted para hacerle llegar nuestros profundos sentimientos de rechazo, indignación y desconcierto tras descubrir que el sacerdote C. H. G. de su diócesis siguió ejerciendo como tal después de que fue denunciado por pederastia y pedofilia en el año 2004, en el pueblo de Tejina.

La credibilidad de la acusación contra este sacerdote quedó demostrada en el polémico documento que la Conferencia Episcopal encargó al despacho de abogados de Cremades, -luego retocado por Alfredo Dagnino y publicado por Josetxo Vera (responsable de prensa de la CEE)-, así como por los diferentes documentos gráficos de la época y por los informes e investigaciones del diario El País y de la emisora Cadena Ser en Canarias. El hecho de que este «ungido de Dios» continuó ejerciendo como tal se puede comprobar al consultar los nombramientos autorizados por usted en el Boletín Oficial de la Diócesis Nivariense.

Es más, por los testimonios de otras víctimas ha quedado acreditado que los abusos sexuales perpetrados por este sacerdote se han estado produciendo desde los años setenta. Estos actos no solo han sido encubiertos, sino que el victimario ha seguido gozando de protección e impunidad, después de que usted accediera al episcopado.

De usted se esperaba que tuviera un comportamiento responsable y ético. No solo porque en aquel entonces era vicario del anterior obispo –ya fallecido y también encubridor-; sino porque luego usted se convirtió en el líder espiritual de la Iglesia diocesana allá por el año 2005. Su deber era garantizar la integridad y la seguridad de todos sus miembros, especialmente de los más vulnerables.

Por el contrario, usted permitió que ese sacerdote continuara ejerciendo el ministerio sacerdotal en el Hogar del Santísimo Cristo de La Laguna que gestionan las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, durante los diez años siguientes. Sr. Álvarez, usted ha afirmado públicamente que «con nuestra vida de pecado somos cómplices del mal»

Pues bien, queremos recordarle que dicho mal también se manifiesta cuando alguien no es capaz de ponerse en el lugar del otro, es decir, al carecer de la habilidad necesaria para reflexionar desde la perspectiva del semejante.

Le ponemos dos ejemplos:

1. Cuando usted dijo -refiriéndose a los abusos sexuales- que «puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan».

2. O la ocasión en la que comparó la homosexualidad con el alcoholismo: «Eso es como la persona que bebe. Cuando toma, hace cualquier disparate y se excusa con que estaba bebido. Lo que hay que hacer es no beber para no hacer lo siguiente, que lo hace sin darse cuenta».

No será necesario incidir en que las agresiones sexuales -tipificadas como delitos-, desprecian la dignidad de las personas, conculcan sus derechos más fundamentales y traicionan los principios cristianos. El dolor que se ocasiona a las víctimas y las consecuencias psicológicas, emocionales y conductuales derivadas de dichas aberraciones son devastadoras y permanentes. Como incuantificables resultan el terrorismo social al que son sometidos sus familiares y el daño que se inflige a la comunidad, por parte de personas de la propia institución o muy cercanas a ella. Por estas razones, entre otras, la Iglesia católica se encuentra en una gravísima crisis moral y de credibilidad profunda.

Por estas razones, entre otras, la Iglesia católica se encuentra en una gravísima crisis moral y de credibilidad profunda. Arrepentirse y pedir perdón no es suficiente.

Se han de corregir su mala gestión y tomar decisiones, entre las que proponemos las siguientes:

1. La puesta en marcha de acciones valientes que demuestren su compromiso evidente con el bienestar de todas las víctimas, con su sanación y rehabilitación, así como con la restauración de su dignidad, de tal manera que se respete y reverencie la vida tal y como usted profesa en el credo.

2. La defensa y acompañamiento de los supervivientes, incluyendo la disponibilidad de servicios relacionados con la salud mental, la orientación jurídica y la indemnización económica que proceda por el daño sufrido.

3. Por supuesto, la colaboración con los poderes públicos en los planes de reparación que se establezcan.

4. Que el clero y la comunidad eclesial reciban formación de manera obligatoria en la prevención de la violencia y abuso sexual.

5. La garantía de que los recursos para denunciar funcionen y cumplan con los estándares fijados. Esperamos, sinceramente, que considere esta carta abierta como un llamamiento urgente a la reflexión, al arrepentimiento y a la acción. Pues esta diócesis necesita líderes que no solo prediquen los valores evangélicos, sino que también los defiendan y vivan íntegramente. El comienzo de un proceso de regeneración, reparación y sanación exige como condición necesaria su renuncia. Como también lo es para quienes tantos sufrimiento han soportado.

Y de este modo hallen justicia. En conclusión, por su responsabilidad personal y eclesiástica en el asunto que nos ocupa, le solicitamos respetuosamente -pero con firmeza- que rinda cuentas, que las asuma y presente su dimisión irrevocable como Obispo de Tenerife.