El conflicto como esencia de lo político

Lisandro Prieto Femenía (*)

Hoy quisiéramos invitarlos a reflexionar en torno a un asunto estrictamente filosófico, en cuanto que buscaremos comprender la esencia de aquello que llamamos cotidianamente "lo político", diferenciándolo de una práctica concreta, un trabajo, un oficio, que es propiamente el de "la política". Y para ello, hemos considerado apropiado asignar la categoría del conflicto como sustrato y fundamento de esta condición humana que nos hace gobernarnos desde que existimos como animalitos en sociedad.

Bien sabemos que en el vasto panorama del pensamiento político, el conflicto emerge como un elemento central que impulsa la dinámica de todas las sociedades puesto que da la forma a las estructuras de poder existentes. Desde la antigua Grecia hasta las teorías modernas, tanto filósofos como pensadores en general han explorado el papel del conflicto en su rol de formador y mantenimiento de "lo político". En esta oportunidad, examinaremos brevemente algunas teorías de destacados filósofos que se dedicaron a abordar al conflicto como esencia misma de lo político.

En primer lugar, no podemos obviar a Aristóteles, quien en su "Política" concibió la ciudad-estado como la forma superior de organización política y social. Para él, el conflicto es inherente a la naturaleza humana, y por ende, a la vida política concreta.  Particularmente, en su análisis de las formas de gobierno, Aristóteles reconoce que la lucha por el poder es una constante en el accionar humano y que la polis (ciudad) es el espacio en el que los ciudadanos buscan deliberar y resolver sus conflictos. Visto así, se trata de un enfoque que se centra en la búsqueda del bien común a través del diálogo y la deliberación, reflejando así la idea de que el conflicto puede ser constructivo en la medida en que contribuye al proceso de toma de decisiones políticas. En palabras del propio estagirita, "el hombre es, por naturaleza, un animal político", significando por ello una distinción radical entre los ciudadanos que se bastan así mismos por formar parte activa de una comunidad, de las "bestias", refiriéndose aparentemente a los "idiotas" (que eran quienes no querían formar parte de lo público) o a los seres que viven al margen de la vida comunitaria.

Por su parte, Thomas Hobbes nos dirá que "el hombre es el lobo del hombre" (en criollo, "somos malos por naturaleza") y en su gran obra "El Leviatán" nos presentará una visión pesimista de la naturaleza humana, caracterizada por el conflicto y la competencia por los recursos escasos.  Para el inglés, el estado de naturaleza es un estado de guerra de todos contra todos, donde la vida es "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta". La única forma de salir de ese estadio de conflicto permanente sería a través de un contrato social que da lugar al Leviatán, a saber, un Estado soberano que impone la paz y la estabilidad mediante el monopolio legítimo de la fuerza coercitiva. Como podemos apreciar, queridos lectores, se trata de una visión que pone al conflicto como motor que justifica la creación y la existencia del Estado para someter el caos y brindar una vida más apacible.