Pasen y vean, miren cómo se aman

Luis Henríquez Lorenzo (*)

Integristas hay dizque católicos muy activos en ciertas bitácoras de Internet (principalmente de tendencia sedevacantista) que consideran que Benedicto XVI -al que algunos de ellos despectivamente nombran como Joseph Ratzinger Tauber, para echarle en cara su ascendencia judía, por Tauber, pues sabido es que el fanatismo integrista dizque católico es antisemita a tope- es un antipapa y hereje.

También califican de antipapa hereje a Juan Pablo II, y se permiten afirmar que la santa madre Teresa de Calcuta, ‘monja diabólica’ para estos integristas dizque católicos, está en el infierno en compañía del hereje y antipapa Karol Woytila y del hereje Mahatma Gandhi y el no menos hereje Rabindranah Tagore. Y en compañía de todos los antipapas y herejes del Vaticano II (J. Danielou, I. Congar, Karl _Rahner, Hans Urs von Balthasar, D.M. Chenu, Henry De Lubac, el cardenal Augustin Bea y resto de artífices intelectuales del Concilio, a las calderas del infierno todos),  y por supuesto en compañía de la inmensa mayoría de los católicos conciliares -así nos llaman por lo común los integristas dizque católicos a los hijos e hijas de la Iglesia que aceptamos el Concilio Vaticano II- y la práctica totalidad de los cristianos ortodoxos, protestantes y anglicanos, y la casi totalidad de los fieles de otras religiones, ateos, agnósticos y demás librepensadores y ni que decir que las personas sin definición ideológica precisa; religiones no cristianas a las que invariablemente los integristas dizque católicos (lefebvristas o sedevacantistas) denominan religiones "inventadas por Satanás", y en las cuales por lo tanto no aprecian ningún valor o aspecto positivo, ¡y ni se te ocurra hablar de semillas del Verbo, expresión tan cara a la teología del Vaticano II pero ciertamente presente en los escritos de algunos Padres de la Iglesia, porque el Vaticano II es el Conciliábulo de Satanás y todos los que lo siguen se hacen uno con el Príncipe de las tinieblas!                          .

Es más: como para ciertos extremistas ultraintegristas que conforman las filas del sedevacantismo, también la inmensa mayoría de los lefebvristas, al estar conformada por herejes según el implacable dictamen de los sedevacantistas, han ido a parar tras la inevitable visita de la hermana muerte a la condenación eterna. Y así incluso se permitieron declararlo de un ciudadano argentino, seglar que se hiciera bien conocido o celebrado en los círculos tradicionalistas lefebvristas, y fallecido hace algunos años en accidente automovilístico: en algunos sitios de Internet extremadamente sedevacantistas hubo voces que  llegaron a pontificar que casi era seguro que el tal seglar argentino se hubiera condenado al infierno. Porque es que lefebvristas y sedevacantistas a menudo manifiestan que se odian (en diversos sitios de Internet): se acusan de herejes mutuamente, implacablemente, cada uno de ellos considerándose -a mi juicio desde la soberbia  y el rigorismo integrista más extremo- mejor católico que el otro contrincante, lanzando para ello constantes anatemas, más papistas que el Papa, arrogándose una autoridad apostólica de la que carecen.

Entonces, así las cosas, si en general sedevacantistas y lefebvristas se consideran a sí mismos como los últimos garantes de la integridad doctrinal católica y resulta que entre ellos se disparan a hacerse daño, ¿cómo me verían a mismo, por ejemplo, católico mediocre siempre necesitado de conversión, de toda clase de mejoras personales, que encima acepta el Vaticano II? ¡Católico conciliar me dirían, católico de la neo-Iglesia protestantizada me dirían! ¿Cómo ven de hecho a herejes como el pastor bautista negro Martín Luther King o el teólogo protestante alemán Dietrich Bonhoefer (ambos asesinados a la temprana edad de 39 años), miembro este de llamada Iglesia confesante, tan perseguida que fuera por el régimen genocida nazi? Algunos, en un gesto de soberbia descomunal y por supuesto desde el anonimato, se permiten calificar de ‘meramente esotérico’ a un filósofo, teólogo, poeta y escritor de la talla del ruso Vladimir Soliviev, pongamos, y denominar con sistemático desprecio como ‘herejes y cismáticos’ a los hermanos cristianos ortodoxos, hijos e hijas que son estos de una Iglesia de tan rica tradición litúrgica, teológica, mística y espiritual.

Por cierto: en los movimientos sociales en los que sobre todo hasta hace algunos años tuve cierta presencia, y en los movimientos eclesiales otro tanto de lo mismo, yo mismamente en persona nunca tuve la suerte de encontrarme con un especimen de integrista católico del género lefebvrista o sedevacantista simpatizante  de tales tendencias tan rigoristamente extremas, y por ende empeñado en dividir el mundo en dos bandos: el bando nuestro, el de los únicos católicos de verdad, favoritos del Señor y ya casi que salvados, y el bando de los otros: católicos seguidores del Conciliábulo de Satanás, cristianos ortodoxos, anglicanos y protestantes, judíos, musulmanes, hinduistas, budistas, politeístas, ateos, agnósticos, librepensadores... Una lástima.

Postdata: la crisis actual de la Iglesia es una evidencia tan obvia, tan innegable, que quien la niegue me parece que... Y ciertamente, los católicos tradicionalistas son audaces y tal vez certeros en denunciar el derrumbe actual de la Iglesia. Ellos todos a una achacan tal derrumbe al Concilio Vaticano II con su reforma litúrgica, su aceptación solapada de ciertas tendencias modernistas y de la nouvelle teologie, su defensa de la libertad religiosa y el ecumenismo, su apuesta por la colegialidad episcopal, su apertura al mundo con todo el aparataje de sistemas democráticos y el consiguiente dar la espalda al Estado confesional católico (secular alianza entre el trono y el altar).

Que se lo pregunten al general Francisco Franco. A seis meses de la canonización del papa Montini este próximo octubre, no descubro la pólvora aquí y ahora si refrescamos la memoria recordando la desafección que siempre mostró Pablo VI hacia el régimen de Franco, por más que al parecer tras leer el testamento vital del caudillo el Papa de la Humanae Vitae exclamó: “Verdaderamente, Francisco Franco fue un gobernador católico que hizo mucho bien a España y a la Iglesia. Reconozco mi error en la valoración que de siempre he tenido sobre él”. En la década anterior, tras la elección a la cátedra de Pedro del muy demócrata, progresista y maritaiano cardenal Montini (influido por el humanismo cristiano del filósofo personalista y neotomista francés Jacques Maritain, también crítico contumaz del franquismo),se dice que un colaborar del régimen le dijo a Franco: “Eminencia, se han cumplido las peores expectativas posibles para nuestra patria, toda vez que el cardenal Montini es ahora Pablo VI”. Y también se dice que respondió Francisco Franco: “A partir de ahora, ya no existe el cardenal Montini, existe Pablo VI y yo como católico y caudillo de España, declaro mi obediencia al nuevo vicario de Cristo”.

Franco fue un gobernador católico, es decir, que entre el aplauso a su régimen, a lo que hizo por la Iglesia y por España, y el guiño a los comunistas, progres, feministas, laicistas, falsos socialistas -que cobran por no serlo, en tanto los verdaderos socialistas pagaban por serlo-, homosexualistas y demás familia, para mí no hay color. Y eso que ni fui ni soy franquista ni falangista ni tradicionalista lefebvrista o sedevacantista ni neocón, pero no hay color: a pesar de la miserable y tóxica campaña progre marxistoide de echar todas las culpas al franquismo para así desviar la atención sobre los crímenes del comunismo (la ideología más perversa de la humanidad: 120.000.000 de muertos en menos de 100 años de ejercicio del poder desde la URSS hasta China, desde la antigua Yugoeslavia hasta Cuba, desde...), hoy creo haber aprehendido que pese a todas las imperfecciones, injusticias y lugares oscuros del franquismo, Franco fue un gobernador católico. Frente a tanto político de izquierda, de centro o de derecha asquerosamente corrupto y pringado por el afán de llenarse los bolsillos chupando de la teta del Estado democrático, no puedo experimentar sino repulsa. Frente a un falso socialista como Zapatero, por ejemplo, encima laicista y masón, y la consideración que me merece el franquismo...

Ay, Pío Moa, ven en mi auxilio, porque permitirse estas confidencias en público, decirlas en alta voz, y que las lea la progresía bienpensante al uso... 

Y ya por último, una palabra sobre el beato Pablo VI, santo a partir de octubre. Conozco esta perplejidad principalmente emitida desde sectores católicos tradicionalistas: la canonización ya de tres Papas del Concilio lo que pretende es canonizar el Vaticano II (ya hemos dicho que Conciliábulo de Satanás para los más extremistas o integristas), cuando resulta que la Iglesia está ahora peor que nunca, atenazada por la más desoladora apostasía de la fe que quepa imaginar y sufrir. Cierto que el propio Pablo VI dijo en una alocución en 1972 aquello de “el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia”, pero desde sectores tradicionalistas se le acusa de antipapa, hereje, masón, gay, hombre de vida poco ejemplar y por ende nada santa, demoledor de la Iglesia con el Novus Ordo Missae que él decididamente impulsó... Cuestiones disputadas demasiado complejas de dilucidar para una mente limitada como la mía, de manera que me quedo con su Humanae Vitae, que justamente este 2018 cumple también 50 años de publicada. La encíclica que, prolongando la doctrina tradicional de la Iglesia también proclamada por Juan Pablo II (en Evangelium Vitae, Fides et Ratio y Veritatis Splendor, por ejemplo) y por Benedicto XVI, mas hoy por hoy puesta en solfa o en entredicho por el papa Bergoglio -que empero va a canonizar a su ‘admirado’ Pablo VI, manda peras a la plaza-, prohíbe la anticoncepción y que, si consideramos la bajísima natalidad que impera en España, en Europa, en todo Occidente, muy pocos se toman en serio. 

¡Ni los que viven en lo profesional (docencia, sanidad, asuntos sociales...) de la Iglesia católica se la toman en serio! ¡Ni algunos que van de grandes teólogos y que no son más que mindundis, trepas eclesiales, demagogos, farsantes; ergo, apóstatas! Este hecho incuestionable, hermanos tradicionalistas (lefebvristas o sedevacantistas), sí que es un asco, una vergüenza, una ignominia que precisamente pone de manifiesto lo poco católica que se ha vuelto la Iglesia católica, lo mundana que se ha vuelto, lo sosa, lo insípida, lo mediocre, lo tibia. Y claro, el mismísimo Dios exclama: “A los tibios vomito de mi boca”.

(*) Profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.