Memorándum sobre Libia – Mentiras contra el Estado, el Guía y el ejército (y VI)

Saif al Islam (*)

¿No es extraño que los países occidentales, desde Noruega y Canadá por el norte hasta Malta e Italia por el sur, además de Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Sudán y Marruecos, se hayan asociado en una agresión militar contra civiles que no eran hostiles a ellos, contra Saif al-Arab, Muammar el-Kadhafi, la familia Khuwaylidi y las 84 víctimas inocentes de Madjer? Sin embargo, esos mismos Estados son pacientes y tolerantes con Daesh en Sirte, en Misurata y en Benghazi, y soportan atentados con bombas contra ciudades francesas y belgas. En realidad, los Estados miembros de la OTAN y sus aliados tendrían que atacar [a los yihadistas] y bombardearlos como hicieron con Libia en 2011.

Finalmente, como complemento a toda esta serie de crímenes, los Estados occidentales designaron como jefe del Estado libio a Abderrahmane Souihli, criminal de guerra, responsable de la destrucción de Bani Walid y del asesinato de sus hijos. Nombraron primer ministro a su sobrino, Ahmed Miitig ; a su sobrina, Nihad Miitig, la convirtieron en directora general de Relaciones Exteriores; y después nombraron a su cuñado, Fayez el-Sarraj, como nuevo primer ministro. Además, Abderrahmane Souihli hizo un acuerdo con Abdelhakim Belhadj, el comandante del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), para garantizarse el apoyo de los islamistas en la elección presidencial. Sin embargo, en Libia todos saben que, si hoy mismo hubiera elecciones, esas personas no podrían contar ni siquiera con los votos de sus propios familiares. La popularidad de Belhadj quedó demostrada en las elecciones legislativas, donde obtuvo sólo 50 votos en el distrito de Sauaq Al-Jumah, que cuenta 250 000 habitantes.

Mientras tanto y mientras escribo estas líneas, la población de las ciudades de Libia, incluyendo la capital Trípoli, donde vive una tercera parte de la población libia, sufre escasez de agua, vive en la oscuridad debido a los cortes de electricidad y carece de instalaciones médicas y de lo necesario para satisfacer las necesidades humanas fundamentales. Según la ONU, 65% de los hospitales están cerrados, mientras que el dinar libio se ha desplomado y la producción de petróleo ha pasado de 1,9 millones de barriles diarios a 250 000 barriles. Para colmo de sufrimientos del pueblo libio, las principales carreteras están interrumpidas por causa de las operaciones militares y de la proliferación de bandas, además de la campaña de bombardeos que se extiende desde Derna hasta el este de Sirte y el oeste de Benghazi y Ajdabiya. Las noticias cotidianas más frecuentes son los secuestros con pedidos de rescate y el tráfico de armas que florece a través de internet.

En conclusión, resulta que tenemos que agradecer a nuestros hermanos de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos, de Sudán, de Túnez y de la Liga Árabe, a los países de la OTAN, de la Unión Europea y a todos los que convirtieron Libia en un Estado en quiebra. Después de la liberación de los prisioneros islamistas y de todos los demás, Libia se ha convertido en un espacio para albergar las más grandes cárceles privadas. Un país que atraía inversionistas del mundo entero se ha convertido en un Estado exportador de migrantes, entre los que se cuentan sus propios ciudadanos. El 55% de su población ha emigrado y se ha refugiado en todas partes en el extranjero. Un Estado que reunió a los mejores expertos jurídicos y constitucionales del mundo, que fue capaz de forjar una Constitución nueva y moderna, está convertido ahora en una zona gobernada por 1 500 milicias. Y, para terminar, un Estado donde el robo era algo raro e inhabitual ha sido convertido en un lugar donde cuerpos humanos mutilados y en estado de descomposición aparecen cotidianamente en las calles y carreteras, y esto se convierte en cosa rutinaria y banal en todo el país.

(*) Candidato a la presidencia de Libia