Jornada irreflexiva

Alejandro Floría Cortés (*)

Cuentan que en Francia los trabajadores se siguen partiendo la cara luchando contra la reforma laboral, mientras que en Oaxaca, Méjico, los maestros mueren oponiéndose a la reforma educativa; aquí tragamos ambas, en su momento, sin chistar demasiado, alguna marea, algún verbo inflamado y poco más; de hecho ya llevamos tiempo sufriendo las consecuencias, incluidos los presos políticos que dudaron antes que cualquiera de nosotros de la fiesta de la democracia.

Los mecanismos de respuesta colectivos no fueron adecuados. Habrá quien pregunte si creo que hay que quemar contenedores...

No faltan, es cierto, pequeños engranajes girando a toda velocidad: luchas intensas pero aisladas y silenciadas,  alejadas de los ámbitos de unas instituciones, que no han aportado lo que se esperaba de ellas, supuesta su intención, discurso y color. A  pesar de persistir los partidos correspondientes, los que ya las gobiernan, en hablar de los conflictos como si debieran terminar en ellos mismos. No se trata de canalizar el descontento, sino de articular las luchas, estúpidos. Y de ganarlas.

En sustancia, nada cambia, todo se consolida y el ímpetu de lo justo y necesario se desgasta. Es lo que tiene el poder y las puñeteras hegemonías apuntaladas a golpe de decretazos: cada vez oirá una barbaridad mayor a la anterior y a la que nadie reaccionará de forma sostenida, proporcional o, simplemente, resolutiva. Falta valor, faltan titiriteros. Conspire, menor ministro, que Marcelo le guarda... Las hegemonías son indisolubles por la acartonada vía parlamentaria. Te lo juro, Íñigo.

La organización, nuestra organización, brilla, además, por su ausencia; de hecho, es a través de la des-organización que perviven las miserables cuotas de poder en las almenas de las izquierdas, engranajes enormes, oxidados, egóticamente aislados. Ese es el día a día, eso de encadenar oportunidades históricas cada cuatro años ya suena a chufla.  Por eso no se pasa del desfile de pancartas, banderitas y siglas, la dignidad reducida a la simbología, en el trayecto escrupulosamente delimitado por el ayuntamiento, que quedará salpicado por alguna pegatina reivindicativa. Malotes, que sois unos malotes.

Claro, son malas fechas, siempre lo son, ya llegó el verano, ya llegó la fruta, y ni la revolución nos va a joder las vacaciones, si las tuviera o tuviese, o la eurocopa, o la semana santa o el puente de los Santos Cojones Que Estamos Criando. No es de extrañar que la pereza derive en la necesidad de representación y en lo adecuado de la misma por perfectos soplagaitas. Tampoco quiero un Churchill, mireusté, me motiva más un Magón que se niegue a representarnos y se consagre a la pedagogía.
Qué mala suerte tenemos, nos engañamos, que quien tiene entendimiento, tiene hipoteca, quien tiene hipoteca no tiene valor, quien tiene valor no sabe por dónde empezar; quien tiene algo, cree que tiene todo; quien no tiene nada, hace tiempo que fue olvidado; quien cree tener razón, no se baja del burro; quien tiene razones, no sabe que las tiene, no sabe que le sobran.

Sí, para los nervios de Flores Magón...

Vota el domingo, me dicen, está todo revuelto. Así me lo suelta, por teléfono y sin titubear, el compañero que cree que Rivera es un tipo serio, "un rato más que el de la coleta" y que no entiende, ni dice compartir, el concepto de Renta Básica: "Mira, los suizos se negaron,...eso de dar dinero por nada...". No tengo tiempo para leer, me dicen todos, ni te cuento para pedagogía política. "Diez minutos al día hacen maravillas", replico desilusionado, "especialmente en tu caso", pienso.

Encuentro, casi consecutivamente, en otra persona, una actitud que me ilusiona, esa de la esperanza sin optimismo, la de elegir los propios tempos, la de observar, entender, decidir y actuar. Debe ser una señal atea. Tiene mucho de caso aislado, "mis padres me enseñaron a pensar de forma crítica", me cuenta, y admite que "mi grupo piensa como yo, pero es perezoso". No está adscrita a ninguna formación, ni es, de hecho, simpatizante. Quizás por esto mismo le otorgo más valor a lo que dice. Votará por Unidos Podemos.

Probablemente le gustarían media docena de libros que acabo de leer, esos que algún lector que no me entiende piensa que le pretendo vender. Imaginación no le falta a la compañera, lo que es imprescindible para sorprender a la inédita voluntad política. Le pregunto si no cree que la izquierda está condenada a una profunda desilusión y me contesta con lucidez que ya la sufre. Me confirma, también, que hace tiempo que lee medios alternativos, y le propongo unos cuantos.

Me he enterado que los británicos han votado salir de la Unión Europea. Yo también lo hubiera hecho, pero por otras razones. Mi plan para Europa no tiene letra de abecedario sino punto y final.

Pero el fantasma sigue avanzando, me temo y son pocas y concretas las formas de ahuyentarlo: educación, organización, poder popular, ‘igualibertad’, apoyo mutuo, cooperación... En algunos lugares de Francia y Méjico lo tienen claro. Este fantasma ni es ‘cool’ ni tiene rostro humano, y siempre se cría con el odio y la separación, y viene de arriba y embauca a los de abajo, y se viste de legalismos, de patria y de miedo.
Hagan lo que quieran el domingo 26. Hagamos algo, en cualquier caso, a partir del 27.

(*) Articulista