De tenerlo todo y no tener nada

Me supone una enorme tristeza e impotencia escribir de un país que lo tiene casi todo, pero que actualmente no tiene nada. Venezuela sigue perdida, sin brújula, sin horizonte y puerto fijo. El país caribeño sigue inmerso en una profunda crisis económica, política, social y empresarial. Todos los que intentan salir a la calle lo hacen despidiéndose de sus respectivas familias, pues no en vano no saben si podrán regresar a sus respectivos hogares. En un reciente artículo de María Más Herrera, economista y profesora universitaria en Venezuela, redacta sin desperdicios cual es la verdadera situación actual del país caribeño.

Noto mal humor por doquier, resultante del constante pugilato entre la necesidad de logro de los objetivos de los venezolanos y la frustración que ocurre al no alcanzarlos, en las condiciones y tiempos añorados. La vida se ha hecho más complicada que antaño en un país donde la escasez de bienes básicos y los servicios fundamentales para la vida, están restringidos para la gran mayoría. Únicamente los pudientes, los que tienen grandes fondos ahorrados en dólares, los que no dependen de un sueldo, pueden vivir con cierta decencia. Y digo cierta, pues en la calle, al asomar un pie en la vorágine de lo que se vive hoy en Venezuela, nadie está seguro de nada bueno. Esta situación es común, tanto en forma individual como para las empresas, y el resto de las organizaciones.

La cola de la comida regulada, la especulación, las enfermedades, la inseguridad y el desentendimiento social;  han conformado  el  tirabuzón de conflictos que anegan a todos por igual. La mayoría de la población está trasnochada… ¿y por qué?, pues por las madrugadas pagando plantón en las mega colas de bienes regulados. Ya se duerme en la calle…, al menos una vez a la semana, si quiere contar con algún artículo de primera necesidad en los anaqueles de su cocina.  Estamos pendientes del número de cédula,  del día de la compra, de dónde se consigue al menor precio, de quién organiza la fila, etc. Ya no hay más preocupación que el pan para llevarlo a la mesa…, todo lo demás es subsidiario ante la gran depresión. ¡Un pueblo pendiente de sobrevivir!..., ¡qué gran tragedia!

El hambre efectivo y psicológico en el que nos movemos no tiene parangón. Si antes se dañaba algún aparato o se agotaban las reservas de algún artículo nos preocupábamos por el dinero para comprarlo y ¡ya! ¡Ahora no!, pues todos los stocks de mercancías han decrecido suficientemente. Luego, el alto valor agregado importado en toda la cadena de producción nacional hace que los costos sean excesivamente elevados y si a esto sumamos la viveza especulativa de productores y comerciantes, es muy complicada la vida. La juventud sólo piensa en largarse del país. Los nuevos graduandos anhelan migrar a otros países… -aunque sea para Colombia. Es un drama apostillar los títulos y documentos académicos pues la demanda es brutal…, todos quieren salir del país, aunque sea para realizar trabajos de doméstica, ser meseros o realizar trabajos de obreros poco especializados… ¿Es triste o no, preparar universitariamente a una población que no consigue futuro en su propia patria? Pero, ¿qué tipo de patria se construyó que ahora la gente se lanza en balsa a la mar para salir de Venezuela inmediatamente, como ya está sucediendo? ¿Quién votó por conseguir una nación sin oportunidades y sin los derechos ciudadanos mínimos de  libertad y justicia? ¿Quiénes…, pues?

Hay muchos que no se van, no sólo porque no pueden, sino porque no quieren, pues están dispuestos a poner su cara en la taquilla en defensa de su país. La gente que se la está jugando, ¡pero de verdad!, por lograr un cambio son grandes patriotas, aunque no aspiren a ser presidentes, ni tener cargos públicos a futuro y menos, llegar al poder. Esos son los próceres del siglo XXI y aún, muchos están en ocultación. Algún día su comparecencia abrirá el paso a la Venezuela del siglo XXI y a un país en desarrollo donde todos, tirios y troyanos, coexistamos en una verdadera democracia. 

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