‘La Viña del Loro’: un vino peleón a granel que hizo feliz a muchas personas

El dramaturgo Cirilo Leal intenta universalizar la historia de este vino

Rafael Lutzardo / Santa Cruz de Tenerife

La Viña del Loro fue en sus tiempos un lugar emblemático de aquél Santa Cruz de los años 40-50 en fase de evolución urbanística. Una bodega, donde solían reunirse las personas de la clase social más pobre. Este local o bodegón estaba regentado por un hombre que a la postre fue el padre de un conocido político tinerfeño. Consultadas con las crónicas de antaño, la antigua calle Valentín Sanz y su paralela Emilio Calzadilla, en cuya esquina se hallaba, desde tiempo inmemorial, un bodegón que se titulaba ‘La Viña del Loro’, muy popular en Santa Cruz de Tenerife, semiesquina con la importante Calle de la Marina y en frente a la Avenida del Duque de Santa Elena, donde pervivieron los últimos limpiabotas o “limpias” que existieron, profesión que ha desaparecido sin una explicación razonada mientras persisten en otros países abundantemente y no sólo de forma ambulante sino en talleres, tiendas dedicadas a tal menester.

El vino de la Viña del Loro era un vino “peleón” de la tierra pero que entraba por el mar, pero que pese a su acidez y grado de alcohol, o quizás por ello, tenía numerosa clientela. En la puerta de entrada, recuerda un anónimo, había un bocoy o tonel con una llave de madera y debajo el célebre lebrillo canario de color verdoso donde se recogían las escurrideras o goteo del cierre de la llave, siempre imperfecta, llenándose con frecuencia el lebrillo.

Pero he aquí que un perro callejero que deambulaba sin destino cierto por aquellas zonas casi portuarias (la Viña era frecuentada por numerosos portuarios y estibadores) con la permisibilidad del dueño acudía todas las tardes a la misma hora a lametear y beber el resto del vino de la escudilla, durante bastante rato, hasta que la dejaba totalmente limpia. Y seguidamente daba media vuelta y se marchaba como muy satisfecho “después de haber bebido”, con alguna migaja que le arrojaban los clientes calle arriba y a pesar de tener cuatro patas (y no dos como los humanos) marchaba tambaleándose y haciendo zigzags.

Este caso insólito se repetía diariamente y llegó a hacerse célebre dicho animal como un elemento más de La Viña del Loro. Y se llamaba “del Loro” porque también en su pórtico dando a la calle y como parte del propio anuncio o letrero había un loro verde tropical, en su correspondiente jaula, que atendía cuidadosamente el tendero y también al que los parroquianos le daban alguna pipa o migaja, que agradecía, salvo cuando era engañado que solía responder con algún picotazo e insulto.

Pero este loro era muy observador puesto que estaba en un sitio estratégico por donde pasaban muchas personas y especialmente mujeres de toda clase y condición; y en las inmediaciones había un hotel que recibía a esta clase de mujeres de profesión la más antigua del mundo, según dicen, donde tomaban la habitación, muy pintiparadas ellas, muy arregladas, muy fajadas… es decir llamando la atención, vendiendo la mercancía. Y el loro que era muy observador y que yo creo además es un animal muy inteligente puesto que sabe hablar y silbar como una persona y en ocasiones mejor que algún mago o lugareño, y además, y esto es lo más importante, es inteligente y “sabe lo que dice y dice lo que sabe”.

Y así ocurría y se confrontaba por múltiples personas que deambulaban por las inmediaciones y clientes del bodegón, que cuando pasaba una señora, el lorito decía “adiós señora”, pero cuando pasada “una mujer de dudosa reputación” (como diría el profesor Hernández Rubio), una “buscona”, el loro a grandes voces se dirigía a ella diciendo “adiós puta, reputa ¿dónde vas a ligar?”. Este hecho que se repetía cotidianamente hacía que las casas próximas dedicadas al negocio se quejaran del pobre loro que no hacía más que decir la verdad … pero cómo era inimputable y con el dueño no se atrevían pues sus chulos o amantes además eran clientes de “La Viña”, continuó así indefinidamente ante el asombro de propios y extraños y estas señoras de dudosa reputación, tuvieron que emigrar para otras zonas más alejadas del “fiscalizador” loro que además, como es sabido, puede vivir muchísimos años, con seguridad más que dichas féminas. Otro dato a tener en cuenta es que la mujer tenía el acceso prohibido a la Viña del Loro. Una época, donde la dictadura franquista también se caracterizaba por el machismo.

Por otro lado, y ante la repercusión social que tuvo en otra época la Viña del Loro en Santa Cruz de Tenerife, el dramaturgo Cirilo Leal intenta universalizar con una nueva obra teatral la historia de la Viña del Loro. Una obra de teatro, con personajes del Carnaval tinerfeño y otros actores/as de la sociedad isleña. Un refugio y confesionario, donde cientos de personas se dieron cita para beber un vino a granel, y de paso, establecer diálogos, matar las penas y soledades de una época que tuvo luz y oscuridad. Por todo ello, y cuando se suban al escenario, a muchas personas les resultará familiar las caras que interpretarán los diferentes personajes de esta historia. Ensayos que se vienen realizando en uno de los salones del Orfeón La Paz de La Laguna.