Mohamed VI: más de 25 años de reinado, los perfiles de un soberano audaz y empático

El rey de Marruecos es el gran protagonista del progreso nacional marroquí

Atalayar/Nourdine Mouati

Hace algunos meses, en un encuentro informal con políticos españoles, uno de ellos se atrevió y utilizo aquí el verbo atreverse porque pocos son aquellos cargos políticos que con sensatez se atreven a realizar preguntas objetivas sobre un país, un pueblo y una monarquía sobre las cuales desconocen muchos aspectos… Me formuló la siguiente pregunta: ¿qué figura política además del rey, ha marcado en los últimos años la historia del país?  Mi respuesta fue tajante: Sin lugar a dudas el rey Mohamed VI muy por delante de intelectuales o dirigentes políticos del país.      

Su Majestad el Rey Mohamed VI es la figura pública más destacada del Reino de Marruecos, durante más de dos décadas siendo la personalidad más respetada, alabada y admirada por la mayoría de los ciudadanos de un país en plena transformación.

Un soberano culto, inquieto, sensible y bondadoso, poco dado al espectáculo mediático, lo que le ha granjeado la incomprensión y a veces la difamación de algunos representantes de la prensa internacional, un monarca trabajador que sabe delegar, que cree firmemente en la monarquía constitucional con la salvedad de que la monarquía en Marruecos no se limita solo a la Jefatura del Estado y que trasciende este marco siendo de facto el líder espiritual y religioso de toda una civilización que tiene más de 12 siglos de antigüedad. 

Por ello me propongo en este artículo hacer un esbozo de estos más de 25 años de reinado de Mohamed VI con la advertencia al lector de que seguramente no logre abarcar todos los logros acaecidos en estas dos décadas, y menciono aquí logros sin obviar que ha habido sin lugar a dudas errores y sombras, pero a sabiendas de que si se le pregunta a cualquier ciudadano de a pie sobre el balance de estos años de reinado de Mohamed VI, todos los marroquíes somos unánimes en la respuesta: el balance es positivo, queda mucho por hacer, pero el Marruecos de hoy es infinitamente mejor del Marruecos de hace más de 26 años.

Más de dos décadas de reinado…

Este 30 de julio se cumplieron 26 años de la ascensión al trono del Reino de Marruecos de Su Majestad El Rey Mohamed VI, las bodas de plata más uno de una monarquía constitucional que podríamos denominar atípica, lejana de los usos y costumbres tanto de las monarquías europeas como de otras casas reales del lejano oriente, una monarquía muy propia de una nación en la cual la actual dinastía Alauí lleva reinando de forma interrumpida al menos desde 1666, ¡más de cuatro siglos! En estos 26 años, Mohamed VI ha sabido imponer su propio estilo de gobierno, más moderno, más cercano al pueblo y centrado en el desarrollo social y económico del país, marcando una gran distancia del modelo de monarquía absolutista de su difunto padre, el rey Hassan II, un monarca carismático al cual le tocó lidiar con un periodo muy convulso de la historia del Marruecos posindependencia del doble protectorado, francés y español.  

Hassan II solía decir, una de sus citas celebres “le style, c’est l’homme” (el estilo es la persona…) y él supo durante casi 40 años imponer su estilo autoritario porque la situación lo requería, heredó de su padre un país codiciado por las potencias del protectorado que seguían ejerciendo un gran presión sobre el reino en el marco de una coyuntura global de Guerra Fría, en la cual el Reino de Marruecos aún situándose en el bando de los no alineados, no logró esquivar las externalidades de la ola comunista de los años 60 y 70, que se presentaba en apariencia como abanderada de los pueblos oprimidos y que en Marruecos se plasmó en una virulenta oposición política al régimen monárquico por parte de opositores que creían también en la vía armada, ya que contaban con el apoyo de los regímenes pro soviéticos del Magreb, la Libia de Gadafi y la Argelia de Huari Boumedián,  y que se tradujo en una confrontación violenta entre el régimen y la oposición, los famosos años de plomo, un periodo sombrío de nuestra historia que como veremos más adelante fue emendado por el actual monarca.

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Mohamed VI y Hassan II

Mohamed VI, desde el mismo día de su ascensión al trono, tuvo que lidiar con esta pesada herencia, además de tener que afrontar nuevos retos como era la consolidación del Estado democrático de derecho, una labor que había iniciado Hassan II en los últimos años de su reinado con la reforma de la Constitución del año 1996 y la organización de las primeras elecciones transparentes del país en 1997 junto a la instalación en el año 1998 de un nuevo Gobierno dirigido por un antiguo opositor al régimen, Abderrahman El Youssoufi, que estuvo exiliado quince años en Francia, una transición a la marroquí que supuso un gran avance en la democratización del país. 

Mohamed VI, lejos de obviar o querer enmendar este proceso, aspiraba a acelerarlo y lograr grandes avances para situar al país como el régimen democrático más avanzado de su esfera continental (África) y cultural (mundo árabe), y lo ha logrado.

Estas ansias de cambio lideradas por el propio soberano gozaban de un amplio apoyo social por parte del pueblo marroquí, Mohamed VI encarnaba a la vez las ansias de cambio de modelo en todo lo que se refiere al modelo económico y social, y de continuidad en lo referente a los aspectos transcendentales de defensa de la soberanía territorial, religiosa y cultural de uno de los reinos más antiguos del planeta.

La legitimidad de la monarquía en Marruecos está fuera de cualquier duda y hasta los opositores más virulentos evitaban, y lo siguen haciendo, cuestionar la legitimidad histórica y social del rey, conscientes del gran arraigo de la monarquía en el país, considerada por la inmensa mayoría de los ciudadanos como símbolo de soberanía y unión de toda la nación.

En su primer discurso con motivo del primer aniversario de su entronización, el 30 de julio de 2000, el rey plasmaba en palabras esta simbiosis secular entre el pueblo y la monarquía:

‟Consciente que Gracias al Islam y a la Monarquía, el Trono ha sabido hacer converger en un mismo crisol los diversos componentes civilizatorios, culturales y geográficos de la nación, convirtiéndolos en el fundamento de su unidad. Esta simbiosis entre Tú (el pueblo) y el Trono ha hecho de Marruecos un bastión inexpugnable y le ha dado la fuerza y la invulnerabilidad que le han permitido afrontar las grandes pruebas y las crisis más graves, superar los obstáculos más difíciles, sortear los giros más delicados de su historia y estar a la altura de los grandes desafíos. Marruecos ha salido siempre más decidido que nunca, más seguro de sus capacidades, más unido y siempre fiel a sí mismo"

Con una legitimidad más sólida que nunca, Mohamed VI iniciaba un cuarto de siglo de reinado que ha impulsado a Marruecos como potencia regional tanto a nivel político como económico, un país estable y próspero que sigue avanzando a pasos agigantados si lo comparamos con los países de su entorno más cercano.