El asesinato de opositores y periodistas en Gambia debe impulsar a la comunidad internacional a acabar con la tiranía de Yahya Jammeh
El presidente actúa contra su pueblo como si fuera miembro del Daesh
M.D. / Adeje
Terror, odio, tiranía. El presidente de Gambia ya está fuera de todo límite. Actúa como si fuera uno más del Estado Islámico. Su enemigo es su propio pueblo. Conforme a su temperamento sanguinario está rebasando todos los límites y escandaliza no solamente al resto de las democracias africanas, sino a toda la comunidad internacional.
En consecuencia, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha pedido el pasado domingo a Gambia que realice una investigación exhaustiva sobre la muerte en la cárcel de un jerarca del opositor Partido Democrático Unido (UDP), Solo Sandeng, y de otros dos disidentes. Ban ha “recibido con consternación” la noticia de la muerte de Sandeng y de los arrestos de adversarios del régimen el pasado jueves mientras participaban en una manifestación pacífica en la capital, Banjul, señala un comunicado de su oficina.
El líder de la UPD Ousainou Darboe confirmó a la AFP el pasado sábado la muerte de Solo Sandeng y añadió que dos mujeres detenidas estaban en estado de coma. La declaración de la ONU no especifica si las otras dos personas que murieron bajo custodia son esas dos mujeres. Según la nota, Ban “insta a las autoridades a realizar una investigación inmediata, exhaustiva e independiente sobre las circunstancias que llevaron a la muerte mientras estaban en detención”.
Además, se manifestó muy preocupado por “el aparente uso excesivo de la fuerza durante las detenciones” en una manifestación pacífica y pidió también al gobierno que libere “inmediata e incondicionalmente” a los arrestados, incluyendo al dirigente Ousainou Darboe, aprehendido el pasado sábado en una segunda oleada de encarcelamientos.
No debemos olvidad que este tirano, Yahya Jammeh, llegó al poder mediante un golpe de Estado sin derramamiento de sangre en 1994 y fue elegido en 1996 y reelegido cada cinco años subsiguientes. Así, ha gobernado de forma autócrata Gambia, un pequeño estado de habla inglesa de África Occidental enclavado en el territorio de Senegal, excepto su costa atlántica.
Sus palabras indignan a todos los responsables musulmanes, ya que no cumple los dictados del Corán y no pueden ser tomadas en cuenta: “el destino de Gambia está en las manos de Alá todopoderoso. A partir de hoy, Gambia es un Estado islámico. Seremos un Estado islámico que respeta los derechos de los ciudadanos”.
Esta falsedad demuestra el doble discurso de este dirigente, manchado de sangre y que se opone a un cambio necesario. Hay que implicar a toda la comunidad internacional para conseguir que el pueblo de Gambia consiga derrocarlo y comenzar el verdadero camino hacia una democracia, donde no se pase por las armas a la oposición.
