La Modernidad

Si preguntamos que es la modernidad a cualquiera de nuestros próximos encontraremos tantas respuestas diferentes como próximos. Así, aparte de calidad en lo moderno, unos contestaran que el tener buenas infraestructuras que permitan un transporte rápido y cómodo es signo de modernidad.

Otros dirán que el tener una democracia en la que cada cuatro años se renueve el parlamento sin necesidad de enfrentamientos violentos, es signo de modernidad. Algunos  dirán que el tener una monarquía parlamentaria que ha superado el antiguo régimen en la que el rey es simplemente una figura decorativa, es un signo de modernidad. Hay quien pensará acertadamente que  la República es el verdadero signo de modernidad porque todo el estamento político es elegido por el pueblo.

El gozar de un sistema sanitario que proteja a todos y un sistema social que proteja a los desempleados será lo más estimado para otros y algunos más  seguramente señalaran la libertad como el mayor signo de modernidad. Sin embargo, y si nos ceñimos a los ejemplos expuestos, con un análisis superficial veríamos que no encajaría todo en el totum ‘modernidad’.

Así países como China podríamos decir que tienen infraestructuras extraordinarias pero no es un país democrático en el sentido que tiene en Occidente y carece de libertad.

Venezuela tiene elecciones democráticas y no es un país democrático en el sentido que tiene para Occidente y carece de libertad. Arabia Saudí tiene una monarquía que ellos suponen parlamentaria como otros tantos países del Golfo Pérsico y de nuevo no se puede decir que gocen en su conjunto de lo  que pensamos que es la modernidad, y carece de libertad.

Pero si ahora nos ceñimos a los países desarrollados en los que la libertad está asegurada, permítanme que mi sentido de la modernidad lo defina como aquél   que señala  a las personas que cometen errores  y estos paguen por ellos. Esto que en sentido amplio conduce a uno de los pilares esenciales de nuestra sociedad, el sentido de lo que es justo, la Justicia, es para mí el verdadero signo de modernidad y creo que nuestro país, España, no habrá entrado  verdaderamente en la era de la modernidad hasta que esto no se cumpla sin entenderlo como un castigo sino como un hecho natural.

Así si un empresario lleva a la bancarrota a su empresa sus acreedores le demandarán y  deberá pagar con sus activos y sin llegar a este extremo cuando una empresa no obtiene beneficios los propietarios cambian a sus directivos,  lo mismo ocurre en un club de fútbol cuando el equipo no gana partidos se cambia al entrenador. Sin embargo lo que con naturalidad ocurre en la empresa privada, no ocurre en la empresa pública o en la Administración pública donde sus dirigentes han sido designados por criterios distintos de los del mercado, si un director general en la administración comete errores  repetidamente, no le cesan y por supuesto él no dimite, igual ocurre en la empresa pública ¿quién es su dueño? Qué decir de lo que ocurre en los Ayuntamientos, solo hay que repasar las barbaridades de ocurrencias de los últimos ediles. Nadie se da por aludido.

En las elecciones generales del 20 de diciembre tenemos ejemplos por doquier. El partido que ha obtenido el mayor número de escaños, el Partido Popular, ha perdido 63 escaños en relación con las anteriores  elecciones legislativas, en las que obtuvo la mayor cosecha de votos conservadores, y más de 3 millones y medio de votantes y según el parecer de una de sus directivas, “el resultado ha sido espectacular” y no hay una sola voz que discrepe. Este partido ha ido perdiendo  votantes desde que dejó de cumplir su programa electoral en todas las elecciones que se han celebrado.

El presidente de este partido, debería haber presentado su dimisión el mismo día al conocer esos resultados, como por ejemplo hizo Nick Clegg en las pasadas elecciones británicas. Sin embrago no solo no dimite sino que insiste en que se volverá a presentar a la reelección en su partido.

En esas mismas elecciones el PSOE, obtiene el peor resultado de su historia perdiendo 20 escaños en relación con las elecciones generales anteriores y sostiene que será el nuevo presidente del Gobierno. En este partido, al menos hay voces discrepantes que señalan que debería haber dimitido y que” el ofuscarse es de tarados”.

En cualquier país con el sentido de la modernidad que preconizo, estos dos líderes políticos deberían haber dimitido inmediatamente  por haber defraudado a su partido y a sus votantes y haber sido sustituidos por otros que alentaran la esperanza y la ilusión en las próximas elecciones, y estos cambios deberían haberse visto con toda naturalidad porque no son tragedia alguna, simplemente se cambian los líderes.

Claro está para ello, los partidos políticos deben tener una estructura más flexible, con gente preparada en el escalón inmediato al líder para ocupar su puesto en caso de derrota electoral y con la posibilidad de llamar a sus asociados para elegir un nuevo líder. Es decir, debe haber una previsión ante las eventuales circunstancias que llevan consigo una derrota electoral. Lo contrario es aferrarse al cargo, exponiendo múltiples argumentos que no convencen a nadie y menos a ellos mismos y que tienen como consecuencia una cada vez mayor derrota electoral, el desprestigio del partido, porque   el de sus líderes hace tiempo que está por los suelos.

Ese concepto de modernidad, lógicamente se extiende a cualquier persona en un cargo público que sea corrupta, bien por evasión fiscal, por mal uso del dinero público, malversación de fondos públicos o incumplimiento de las leyes. Debe extenderse también a los fiscales, personajes que a diferencia de los jueces casi nunca han estado en el punto de mira a pesar de estar encuadrados dentro del denominado poder judicial y son los responsables de la promoción de la justicia en defensa de la legalidad de los derechos de los ciudadanos y del interés público y de procurar ante los Tribunales la defensa del interés social. En fin debe extenderse a la sociedad entera.

Pero España es diferente. Existen fuerzas que nos empujan hacia atrás como es la tropa de los Podemos que se inician como sanadores de la corrupción de nuestra democracia y enseguida se dedican a contratar a familiares y ejercer la misma corrupción que denunciaban cuando no  a gestionar pompas de jabón, por ejemplo ahora empeñados entre otras cosas en dar un “carguito” al electo en sus filas por Zaragoza para que deje el escaño, corra el escalafón y pueda ser diputado el ex JEMAD Julio Rodríguez.

O  en cambiar algunos nombres de calles en Madrid ligados según ellos con el franquismo, con el apoyo de partidos como el PSOE y Ciudadanos teniendo como soporte la nefasta Ley de Memoria histórica y la oposición del Partido Popular que no tuvo el valor suficiente para derogarla a pesar de su mayoría absoluta en las Cortes.

Así cambiaran la calle en honor del Comandante Zorita que para todos los que somos amantes de la aviación fue un pionero al ser el primer español en atravesar la barrera del sonido en picado el 5 de Marzo de 1954 volando con un avión ‘Mystére II’ francés en Bretigny, falleciendo en 1956 en Torrejón pilotando un avión francés en pruebas.

O bien eligiendo como Rey Mago a una mujer, también los de la banda de Podemos en Madrid, por lo esta vez tendremos una ‘Baltasara’ para delicia de los niños, sin importarle su ilusión.   Lo próximo será una niña Jesús, porque estoy seguro de que a Mahoma, ni un pelo. Con ejemplos así hay que aprender el venezolano.

La modernidad tiene que ir precedida de un bagaje materializado en un profundo nivel de educación, cultural, y de apego a nuestras raíces y tradiciones para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos, y  por ahora carecemos del mismo, por eso es  mi deseo para 2016. Hace falta  en fin modernidad y sobre todo que España entre en ella y cuando entre, que no salga.

(*) Economista e inspector de Finanzas del Estado