El mundo no es igual para todos

Rafael Lutzardo (*)

Turquía y Siria ya dejaron de ser noticias prioritarias para los medios de comunicación. Ya no son noticias para vender un drama catastrófico generado por la naturaleza. En lo que respecta al compromiso y solidaridad por parte del Europa, tampoco tiene mucho a su favor, especialmente porque en estos momentos lo que prima o es prioritario es la guerra en Ucrania ante la invasión rusa. Comprendo que hay que ayudar a los más necesitados, pero en esta ocasión, y en lo que se refiere a Ucrania, Europa le sigue alimentando económicamente con armas bélicas. Millones de euros para la compra de armamentos, motivando seguir encendiendo una hoguera que esta llevando al abismo de un holocausto criminal por parte de Rusia. Mientras tanto, en otro lugar del mundo, Turquía y Siria todavía siguen quitando escombros para intentar poder reconstruir las zonas afectadas por los terremotos. Eso sí, pasarán muchos años para que ambos países puedan volver a vivir en condiciones que les permitan vivir con cierta calidad de vida. Del mismo modo, y ante la señalada tragedia, donde dejó más de 100.000 muertos, el éxodo de miles de personas también supone un verdadero y dramático problemas para todas esas personas que se han quedado sin hogar y comidas. El regreso de todos esos miles de personas a sus respectivos países se me antoja que será muy difícil. 

En lo que se refiere a las Ongs humanitarias, hay que destacar que muchas de ellas han estado en los momentos puntuales, pero especialmente en la guerra de Ucrania, incluyendo algunas de Canarias. Sin embargo, Siria parece ser la gran olvidada, un país que lleva soportando 11 años de guerra infernal. Casi nadie se da por enterado, como si no existiera en el planeta tierra. No se puede decir lo mismo de Turquía, país que ha recibido de Europa muchas más ayudas humanitarias. Me parece muy bien, todo lo que sea ayudar a los países que más necesitan ser escuchados y ayudados en su momento. Sucede que, desgraciadamente hay otros países en el mundo que están olvidados por los ojos de Occidente.

Así pues, el mundo no es igual para todos. Es decir, no es lo mismo nacer en un país tercermundista que nacer en un país de Europa. Las miserias, las castas, las religiones y las políticas dictatoriales, motivan un desorden social y una convivencia difícil para sobrevivir. Sin embargo, y viendo como se vive en Europa, aun teniéndolo casi todo,  me da la impresión que ellos, esos pobres del Tercer Mundo, son mas felices que nosotros.  

(*) Articulista, periodista, escritor