Las licencias de José Antonio Valbuena

Alfonso González Jérez (*)

Los presidentes -el del Gobierno y el del Parlamento- debieron asumir sus más altas responsabilidades representativas y acompañar a Don Felipe de Borbón en su pasado viaje a Canarias. Por esta razón de fuerza mayor en el pleno estuvieron ausentes Ángel Víctor Torres y Gustavo Matos. Tampoco apareció el vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, ignora el cronista si por idénticas razones borbónicas.

El pleno, por tanto, se descafeinó un poco, porque las preguntas al presidente y vicepresidente fueron postergadas, al igual que alguna que otra comparecencia. No hubo grandes modificaciones en el dramatis personae: el Gobierno seguía orgulloso de sí mismo -aunque los diputados de la mayoría le aplauden menos: debe ser cosa del calor - el Partido Popular arremete con toda la fraseología en conserva que le mandan de Génova, como si arrojasen al banco azul mejillones escabechados, Coalición Canaria se muestra conciliadora y pactista y Vidina Espino denuncia el apocalipsis entre rosas blancas y Ricardo Fernández de la Puente pasaba por ahí, ningún teléfono cerca y no lo pudo resistir.

Cuando el cronista despertó estaba tomando la palabra su señoría Manuel Marrero. "Buenos días a la ciudadanía canaria". El señor Marrero, buenísima persona carente de sentido del humor, siempre está a punto de caer en su autoparodia. Comenzó felicitando a todo el mundo por la movilización ciudadana que fue capaz de detener la construcción del hotel en La Tejita, frente a la hermosa playa y cerca de la reserva natural de Montaña Roja. "Hay que frenar cuanto antes estos pelotazos urbanísticos. La legalidad se tiene que cumplir. Mi reconocimiento a los activistas, que defienden los intereses generales". La relación de estas aseveraciones con la realidad fáctica es, como mínimo, problemática, pero por supuesto el reconocimiento de los activistas fue suscrito por otros, entre ellos, Luis Campos, que cada vez imita mejor a Román Rodríguez. Lástima de la alopecia. El cumplimiento de la legalidad es objeto y misión de los jueces y los fiscales, no de los activistas, pero ya qué más da. Los políticos, cada vez con mayor frecuencia, apoyan cualquier conato de expresión popular. Nunca más podremos ver a un político dirigiéndose a una manifa de 500 personas para decirles: "Comprendo sus argumentos y estoy dispuesto a escucharlos y discutirlos, pero no tienen ustedes razón". Lo peor vino después, con la intervención del consejero de Transición Ecológica, José Antonio Valbuena.

En el Gobierno de Canarias pueden encontrarse a magníficos oradores que saben de lo que hablan (Román Rodríguez) gestores solventes y diligentes (Julio Pérez), responsables sobradamente preparados y con capacidad de dirección y organización (Yaiza Castilla) o demagogas de buen corazón y contrastada habilidad política (Noemí Santana). Pero en cada Gobierno hay como mínimo un cínico, como en cada caja de bombones hay una chocolatina con un sabor impropio y ligeramente sospechoso. Valbuena ha mostrado cierta tendencia a camaleonizarse en el entorno. O quizás sea como la rosa de Alejandría: colorada de noche y blanca de día. En el Cabildo de Tenerife optó por un perfil bajo y se disfrazaba de técnico más o menos aséptico. En el Gobierno de Canarias, por el contrario, interpreta un izquierdismo a menudo tronante o sarcástico al que ha sido ajeno toda su vida. Así ocurrió en su respuesta a Manuel Marrero. Por supuesto que enfatizó su identificación con los que rechazan el hotel de La Tejita, pero fue más lejos: habló de misteriosas casualidades en las que anidaban la concesión de "licencias sospechosas". Y entonces engalló la voz para proclamar que si el equipo del que forma parte hubiera estado en el poder un año antes "el hotel no se hubiera empezado a construir". No brindó una sola explicación que justificara esa afirmación, pero los socialistas le aplaudieron mucho, como a un capitán a posteriori del ecologismo más insobornable.

Es una absoluta irresponsabilidad, una irresponsabilidad que no se veía hace mucho en el pleno del Parlamento de Canarias, que un consejero del Gobierno hable de "licencias sospechosas" otorgadas por una administración pública, sin que inmediatamente no ponga esa supuesta información en manos de la Fiscalía.

Aparte de cosechar un aplauso fácil - en la Cámara es bastante sencillo - Valbuena pretendía así salirse del marco del debate sobre La Tejita, como si le fuera algo ajeno, una súbita catástrofe contra la que luchó desde su primer día de mandato. Las redes sociales las carga el diablo y pocos minutos después se distribuyó el documento - y hasta el vídeo - de la sesión plenaria del 29 de enero de 2016 del Cabildo de Tenerife, en la que Valbuena, consejero por entonces de Medio Ambiente y Sostenibilidad, contestó a la oposición que el proyecto del hotel era perfectamente legal y contaba con todas las bendiciones administrativas, sin afectar a ninguna zona protegida. Y por eso mismo, según el consejero, "Medio Ambiente no emitirá ningún informe sobre este proyecto". No hace un año, sino más de cuatro, Valbuena pudo cuestionar o advertir sobre el proyecto hotelero en La Tejita y su hipotética afección al medio ambiente. Pero no lo hizo porque no observó nada que reparar, reclamar o denunciar. Y así figura en las actas de la sesión del Cabildo. Alguien se lo recordó al finalizar la sesión. Se encogió de hombros. Sin duda es un hombre que vive el presente.

(*) Periodista