La Quinta Transición (2013-?)

Ángel Rafael Lombardi Boscán (*)

De acuerdo a la nueva propuesta, para periodizar a la Historia de Venezuela, en el pertinente libro: ‘Venezuela y sus Republicas’ (2022) de Diego Bautista Urbaneja: el período 2013 hasta el presente actual, es de una transición hacia una Sexta República de piel desconocida. Invitación al debate porqué para otros analistas el madurismo es una fase “inferior” del chavismo originario del año 1998.

Lo cierto del caso es que el rasgo de ésta transición, luego del fallecimiento de Hugo Chávez en marzo del 2013, según Bautista Urbaneja: es el fin del respaldo popular. Y sin respaldo popular los cimientos de la Quinta República (1999-2013) no se pueden sostener. El madurismo es una transición endeble porque debe cohabitar con los vestigios de la anterior República y los desafíos y tensiones que han surgido de una crisis ante una nueva situación y de la que según el autor “no está en capacidad de resolver”.

Desaparecido el liderazgo carismático de Hugo Chávez y el respaldo popular a la propuesta originaria de los golpistas militares del año 1992 apuntalada por la bonanza petrolera que vivió el país: no hay Quinta República.   

El triunfo electoral de Maduro en las elecciones presidenciales del año 2013, ya de por sí sospechosas, sería tajantemente cuestionado en las del año 2018 dónde se evidenció un gigantesco fraude corroborado por la comunidad internacional mayoritaria.

Desde entonces el Madurismo ha creado una “tormenta perfecta” sin solución y que abate a todos los venezolanos sin importar sesgos. Los 7,1 millones de expatriados por el mundo es sólo una muestra, quizás, la más dramática de todas, de éste evento casado con el horror. “La respuesta del régimen ante tal cumulo de circunstancias negativas consiste básicamente, en lo interno, en fortalecer la cohesión del grupo en el poder, y en ejercer con la mayor plenitud posible su capacidad de control y represión, liberándola de cualquier limite que pudiera afectar la discrecionalidad de su actuación. En lo internacional, anudar sus relaciones económicas y geopolíticas con un grupo de países que se convierten en sostenedores del régimen en la arena internacional, y lo ayudan a sortear en lo posible las dificultades que crean las sanciones internacionales, especialmente las establecidas por el gobierno de los Estados Unidos”.

El madurismo, en ésta transición, en dónde hay un cumulo de “circunstancias anormales”, se ha propuesto persistir como bloque de poder para no compartirlo. Para ello impone un “sistema de control de la población y de capacidad represiva" según el autor.

No obstante, hay dos hechos, que para Bautista Urbaneja socavan esa pretensión de mandar sin contrapesos y a lo bravo: la precariedad y la ilegitimidad. Existe una ilegitimidad política/ética (elecciones sin transparencia junto a la violación sistemática y reiterada de los Derechos Humanos) y el nulo rendimiento social (colapso de los servicios públicos; destrucción de PDVSA y su política salarial y monetaria desordenada que alienta la corrupción a todos los niveles).

Bautista Urbaneja es claro al negar al madurismo las capacidades para acceder a las gramáticas de una Sexta República en pleno. “Un esquema que reposa en un aparato de poder sin un sólido respaldo popular, y que ejerce tal poder sobre una población dotada de una cultura democrática y que enarbola activamente la Constitución de 1999 como baluarte de su oposición a ese aparato; sobre una economía carente de reglas, sometida a la discrecionalidad de un circulo de poder que controla a su guisa todos los poderes públicos, incapacitada para producir a precios asequibles los bienes y servicios que la población demanda; sobre una sociedad que recibe una presión constante en favor del cambio por parte de su comunidad internacional “natural”; y podríamos seguir: una cosa así no puede estabilizarse”.

(*) Director del centro de estudios históricos de Luz