En el nombre de las renovables, amén

Daniel González Rodríguez (*)

No es neo, al contrario, empieza a ser una costumbre viejuna, cutre y rancia negar la evidencia. La implantación masiva y sin planificación de grandes infraestructuras para la conversión de renovables está causando un enorme impacto al territorio y la biodiversidad.

Son miles las personas dedicadas a estudiar las consecuencias del tsunami de instalaciones, decenas los manifiestos firmados por centenares de técnicos y científicos que alertan del desastre ambiental al que nos enfrentamos, pero todavía hay quien se atreve a tacharlos de exagerados y mentirosos.

Mientras, las empresas fraccionan megaproyectos para librarse de la evaluación ambiental por parte de El Estado buscando la tibieza cómplice de las administraciones más cercanas, principalmente los gobiernos autonómicos que, según estamos viendo, dan el visto bueno a todo.

Al tiempo, las declaraciones de impacto continúan siendo una estafa. Sentencia tras sentencia, queda demostrado que la mafia escondida detrás del faraónico mundo de los parques eólicos, fotovoltaicos y otros hacen con las declaraciones ambientales lo que les conviene para sacar adelante sus negocios. Siempre con la inestimable ayuda del político de turno, el técnico indiferente o, en el mejor de los casos, del que se ve superado y aplastado por la avalancha de proyectos.

Todavía se permite y favorece que sean las propias empresas las que realicen la vigilancia ambiental de las infraestructuras. ¿Qué haría usted si resultara que su molino de hacer dinero estuviese triturando especies protegidas y eso pusiera en riesgo el negociete? Ya, lo comunicaría inmediatamente a las autoridades competentes, eso imaginaba. ¿Y si la parcela donde quiere colocar su mar de placas fotovoltaicas fuese el único hábitat disponible para un ave en serio riesgo de desaparecer…? No esperaba menos, todo nobleza, qué bueno.

Es frustrante comprobar como con el lavado verde (greewashing para los despistados) más negro y turbio que uno pudiera imaginar se manipula cualquier tipo de evidencia científica. Resulta que la única manera de luchar contra la emergencia climática, ganar soberanía y diversificar el modelo de crecimiento –el de ellos-, ¡siempre crecimiento!, es la instalación a gran escala y a cualquier coste de renovables.

La utopía está en creer y hacer creer que es posible crecer y consumir sin límites al actual ritmo, simplificando al extremo las soluciones.

Supongo que no es popular explicar que la transición energética no es posible, que no existen materias primas suficientes en este planeta para ejecutarla si lo que se pretende, y así es, es sostener este nivel disparatado de consumo. Imagino que resta votos contar a la gente que la solución realista pasa por reajustar nuestro modelo de vida, por vivir muy bien, pero con menos.

Y, teorizando que los físicos estén equivocados y sí que sea posible la transición que nos venden, habría que decir que el extractivismo loco y necesario para llegar a ella está causando prácticamente los mismos problemas que hemos estado originando con la explotación de los combustibles fósiles. Desastres ambientales y conflictos sociales.

Vivimos dos crisis antropogénicas sin precedentes, y desvestir a un santo para ponerle la ropa a otro no es la mejor idea. Estamos arrasando hábitats y extinguiendo especies a un ritmo vertiginoso, esto no es menos grave que el rápido calentamiento del planeta.

Que las plantas eólicas y fotovoltaicas se colocan en suelo prestado solo por un par de décadas. Jeje, está bueno eso. Otro argumento brillante en favor del delirio de las renovables. Seguro que todas las especies afectadas están tranquilas sabiendo que les revientan la casa pero les devuelven el solar en solo un par de décadas. Ya puestos, sigamos emitiendo gases de efecto invernadero a lo bestia durante otros veinte o treinta años, todo pinta que así será, otro préstamo que pagaremos cuando nos venga bien.

Aquí no se niega un cambio brusco en el clima que compromete la supervivencia de nuestra especie, no se reniega de las renovables, ni se discute la necesidad de descarbonizar la economía. Y la mejor manera de abaratar los costes de la energía, es produciendo menos. Por mucho que se repita, la transición energética que se propone no es ecológica, ni justa ni sostenible. Solo es otra huida hacia adelante que cronifica las amenazas que nos dirigen al colapso. Y son tan dañinos los lobbies fósiles como los lobos que se visten de verde.

(*) Articulista