Aprendices de un nuevo mundo

Rafael Lutzardo (*)

Muchos pensábamos que el 2021 sería el año de la esperanza, del alivio y desahogo de la economía mundial y especialmente de encontrar un antídoto definitivo para frenar el virus asesino Covid-19. Sin embargo, los contagios siguen siendo los mismos, o más, que en el 2020. Europa y resto del mundo, siguen sufriendo los tentáculos del coronavirus, el cual insiste en seguir contagiando y asesinando a miles de personas. Sin duda, vivimos en un mundo de improvisación, pues no en vano, este maldito virus pandémico cambió y alteró todo el orden de la vida de los seres humanos en el planeta tierra. Ni que decir tiene, que en este comienzo de siglo XXI, los científicos trabajan a destajo para descubrir el verdadero antídoto o vacuna que sirva para erradicar la fuerza asesina de este miserable virus. Un virus pandémico, nacido no se sabe donde y cuando, aunque muchos pensemos de donde salió y con que fin se elaboró, trastocó todo el orden mundial de la vida de cada uno de nosotros.

Cierto es, que el avance de la ciencia en estos últimos siglos, con respecto a siglos anteriores,  nos invita a creer y soñar la importancia que tiene en cuanto a la medicina se refiere y a la lucha contra las enfermedades radicales o mortales. Sin embargo, y según informe de Sacemu (Asociación Española para la Conservación y el Estudio de los Murciélagos); a día de hoy, la fuente de la pandemia de CoVID-19 sigue siendo desconocida. Es decir, actualmente no está, en absoluto, establecido que los murciélagos hayan sido la fuente de la pandemia. El hallazgo de coronavirus semejantes a SARS en pangolines, sugiere que este grupo de virus no es exclusivo de murciélagos y que su espectro de huéspedes naturales podría ser más amplio de lo que se creía. La exitosa adaptación del Sars-CoV-2 a los seres humanos apoyaría esta posibilidad. Sea cual fuere el origen, ni los murciélagos ni cualquier otro animal tienen ya papel alguno en el progreso de la epidemia, que se basa exclusivamente a la transmisión de persona a persona. Con independencia de cual haya sido la fuente de esta pandemia, el comercio ilegal y la venta sin control sanitario de especies animales silvestres son claros factores causales. Al objeto de prevenir futuras pandemias, la comunidad internacional debería intensificar de manera muy decidida su lucha contra esta lacra para la salud y la biodiversidad.

Por tal motivo, y debido a la actual situación de pandemia, Secemu con el apoyo de la Bat Conservation Trust de Reino Unido (BCT), ha lanzado la campaña #DontBlameBats (¡No culpes a los murciélagos!), para desmentir los ya extendidos mitos y miedos relacionados con los murciélagos que amenazan la conservación de estas especies. 

Por otro lado, nunca podremos olvidar aquel 23 de enero del 2020, el día que cambió el mundo. Como transcribe Oman Pilipey en EFE, aquel jueves, a las diez de la mañana, fue cerrada la ciudad de Wuhan, de once millones de habitantes, para contener la epidemia de neumonía provocada por un nuevo coronavirus que, en ese momento, llevaba 575 contagiados y 17 fallecidos. En los días posteriores, el confinamiento se extendió a los 50 millones de personas que viven en el resto de la provincia de Hubei, que se enclava en el centro de China y ocupa casi la mitad que España.

Presa del pánico, la nación más poblada del mundo se paraba casi por completo y sus 1.400 millones de habitantes se encerraban en casa siguiendo las órdenes oficiales en plenas fiestas del Año Nuevo Lunar. Mientras tanto, los hospitales de Wuhan se desbordaban de enfermos que se asfixiaban y para los que no había ni camas ni respiradores. Sin apenas mascarillas ni trajes especiales de protección, los sanitarios se contagiaban intentando ayudarlos, pero en la mayoría de las ocasiones solo podían enviarlos de vuelta a sus casas, donde seguían infectando a sus familiares.

Con más incredulidad que miedo, el planeta entero asistía a un estallido que, por desgracia, se ha repetido después en todos los países, desatando la peor pandemia en un siglo y la mayor crisis económica desde la Gran Depresión en 1929. Recuerden lo que estaban haciendo esa fecha, el 23 de enero de 2020, porque fue el día en que, sin que nosotros lo supiéramos todavía, cambió el mundo.

Del mismo modo, observo que ya nada es o será igual como antes. Ahora somos nuevamente aprendices de la vida, donde tenemos que asumir lo que está sucediendo, obligándonos  aprender nuevos valores y formas de conductas, con el objetivo de sobrevivir en un mundo nuevo y lleno de improvisación y dudas. Tampoco quiero dejar de escribir el silencio de todos los países, especialmente los más poderosos, los cuales siguen ocultando mucha información sobre la verdadera realidad de toda esta pandemia asesina. Vacunas elaboradas en 6 meses; alguna de ellas, resultando de dudosas credebilidad por parte de muchas personas, especialmente en lo que se refiere al contenido de grafeno. ¿En realidad somos aspirantes de laboratorios experimentales de la nueva pandemia del siglo XXI?

Por último, atrás, pero sin saber con exactitud cuándo terminará toda esta pesadilla, quedará en el recuerdo la canción que se convirtió en el himno nacional de la pandemia en España. Resistiré. Ojala, que la podamos escuchar o cantar, pero en otro estado de vida benigna.

(*) Escritor y periodista