La ciudadanía dicta sentencia … cambio

Carlos Gustavo Rivero Quintana (*)

Existen ocasiones en las que las señales que envía la ciudadanía no son percibidas por aquellos que ostentan el gobierno, lo que marca la diferencia y, en determinadas ocasiones, decanta la balanza hacía formaciones políticas de una ideología política diferente. El que gobierna siempre sufre un desgaste, que solamente desde la buena gestión se puede paliar.

La lectura de unos resultados electorales, para aquellos que bajan en su representación en las instituciones donde gobernaban, o en las que tenían representación, debe analizarse siempre desde la autocrítica más profunda y sin excusas. Cuando el mensaje no es claro, y/o se diluye en la acción de gobierno con sus socios, el malestar, o la indiferencia, se implanta entre los nichos de votantes que han llevado las instituciones a unos y a otros, haciendo necesario cambiar de estrategia para recuperar el mensaje en el que el electorado se vea reflejado, y pueda percibir que la palabra dada, en forma de programa o compromiso electoral, está llevándose a cabo.

El contacto directo de las formaciones políticas con los votantes acordes a las ideologías que se defienden es esencial, y la perdida de la realidad que los mismos perciben con un análisis erróneo, conlleva al votante indeciso a cambiar el sentido de su voto o, en el peor de los casos, a que tan siquiera acuda a votar.

La capacidad de movilización de los votantes propios, y de aquellos afines a una determinada ideología, es esencial para deshacer los errores cometidos. Los mensajes deben ser claros, contundentes, y sin estridencias. En política, el fondo y, sobre todo, las formas de llegar al electorado, cuentan, y si esto falla, lo que queda es reconocer que es necesario cambiar de estrategia, para de modo efectivo, ilusionar tanto al electorado propio como a los votantes indecisos.

Los resultados mandan, y retomar el camino de volver a ilusionar al electorado es complejo. Máxime, si se omite un modelo de gestión realista e inclusivo, tanto en propuestas como en ideas, para mejorar la vida de los ciudadanos. Movilizar a los votantes propios y a los indecisos, pivota sobre la necesidad de marcar diferencias, con objetividad, en lo que unas formaciones políticas y sus supuestas contrarias dicen y, sobre todo, hacen.

Estas últimas elecciones autonómicas y locales, se han reflejado hechos incuestionables. El más importante es que los votantes que acudieron a las urnas piden un cambio de ciclo político. Para los partidos de centroderecha y derechas sus estrategias de campaña han funcionado, mientras que para los partidos de centro-izquierda e izquierdas, la debacle es evidente. A menos de dos meses para las elecciones generales del 23 de Julio, parece que el tiempo corre a favor de aquellos que han hecho sus deberes, y para contrarrestar la avalancha de la derecha, veremos desde la izquierda mensajes polarizados del MIEDO, en donde el principal partido de la oposición (que se define como centroderecha) tendrá que evitar esa foto incomoda con su posible socio de gobierno (de derechas) en todo el país, al menos, hasta pasadas las elecciones generales. Se me antoja poco tiempo, para unos y otros, y una estrategia que tal vez no sea suficiente para movilizar a los votantes indecisos que optaron por otras siglas o, simplemente, no acudieron a votar, sobre todo si hablamos del gran perdedor: la centroizquierda y la izquierda ideológica.

Decía el escritor del siglo XIX, Ventura Ruiz Aguilera: “La desgracia es capaz de abrir los ojos hasta a los ciegos”. Frase que viene al caso para todos aquellos que pierden elecciones, o para aquellos que, desde objetivos subrepticios, minusvaloran a su electorado. Habrá que esperar para ver, si de entre los perdedores, existe espíritu de constricción y reflexión para ganarse la confianza de los electores con un mensaje electoral que resulte tanto claro como atractivo.

(*) Articulista