¿Cuándo tiene sentido usar remolcadores eléctricos en un almacén?
Su papel es discreto pero muy útil, sobre todo en operaciones internas donde hay que mover cargas sin necesidad de levantarlas del suelo
ELDIGITALDECANARIAS.NET/Madrid
Aunque no son tan conocidos como las carretillas o las transpaletas, los remolcadores eléctricos llevan tiempo haciéndose un hueco en muchos almacenes. Su papel es discreto pero muy útil, sobre todo en operaciones internas donde hay que mover cargas sin necesidad de levantarlas del suelo. En vez de levantar, arrastran. Y lo hacen con una eficiencia que muchas veces pasa desapercibida hasta que se prueba por primera vez.
Qué tipo de trabajo hacen estas máquinas
Cuando se habla de máquinas de almacén, suele pensarse en aquellas que suben palets a estanterías o transportan mercancías de forma vertical. Pero dentro de los almacenes también hay muchas tareas horizontales: mover carros, remolques, jaulas de transporte o estructuras móviles. Ahí es donde un remolcador eléctrico puede marcar la diferencia.
Estos equipos están diseñados para empujar o arrastrar cargas pesadas, a menudo montadas sobre ruedas, de forma suave y controlada. Lo bueno es que no hace falta que el operario tenga mucha fuerza física, porque el motor hace todo el trabajo. Y como no hay que realizar maniobras complejas, se pueden usar con bastante rapidez incluso si es la primera vez.
Además, algunos modelos permiten arrastrar varios carros a la vez, formando pequeñas "colas" que hacen que el transporte interno sea mucho más rápido, sobre todo en recorridos largos o en espacios donde no conviene usar maquinaria más grande.
Ahorro de espacio y maniobrabilidad
Un punto a favor de estos remolcadores es que ocupan poco. Al ser compactos, pueden moverse con soltura por pasillos estrechos o zonas de carga que no están pensadas para grandes vehículos. En almacenes con mucho movimiento pero poco espacio, esto es clave.
También hay que tener en cuenta que el giro es mucho más sencillo que con otras máquinas más voluminosas. Esto permite sortear obstáculos, girar en esquinas complicadas y acercarse con precisión a los puntos de carga o descarga. Todo esto, sin necesidad de hacer maniobras largas ni interrumpir el flujo de trabajo.
Incluso en instalaciones que combinan zonas cubiertas con exteriores, los remolcadores eléctricos pueden trabajar sin problema. Solo hay que elegir el modelo adecuado para el tipo de superficie y para el peso máximo que se va a arrastrar.
Mejora de la seguridad en tareas repetitivas
En muchos almacenes se repiten las mismas tareas una y otra vez: mover carros desde el área de recepción a la zona de preparación, o desde las líneas de embalaje hasta la salida. Cuando estas acciones se hacen a mano, se multiplican los riesgos de lesiones, sobre todo en la espalda y las piernas.
Ahí es donde este tipo de máquinas de almacén ofrecen un beneficio claro. No solo facilitan el trabajo, sino que protegen al operario del esfuerzo repetitivo. Esto mejora la salud laboral y también reduce el tiempo que se tarda en completar cada tarea. En vez de dos personas empujando un carro pesado, basta una con un remolcador eléctrico.
Otro punto importante es que estos equipos suelen tener una velocidad controlada, lo que evita accidentes por movimientos bruscos o por ir demasiado rápido. También suelen incluir frenos automáticos o asistencias que ayudan a mantener la estabilidad de la carga en todo momento.
¿Es rentable incorporar uno en el almacén?
Hay muchas maneras de valorar si merece la pena invertir en un remolcador eléctrico. Una de las más directas es hacer números: si hoy se están dedicando muchas horas a mover carros o plataformas a mano, seguramente haya margen de mejora. Lo que antes se hacía en cinco trayectos ahora puede hacerse en dos, y eso al final se nota.
Tampoco hay que pensar que se trata de una máquina cara o difícil de mantener. De hecho, muchas empresas están empezando a incorporar remolcadores en sus flotas precisamente por lo sencillo que resulta su uso. Al no levantar peso, se desgastan menos que otros equipos, y suelen requerir un mantenimiento muy básico.
Además, hay modelos muy versátiles que se adaptan a diferentes tipos de cargas, tanto en tamaño como en formato. Esto hace que no sea necesario tener una máquina para cada cosa, sino que un solo equipo puede servir para diferentes tipos de transporte interno.
Dónde tienen más sentido
Aunque pueden utilizarse en casi cualquier entorno logístico, hay sectores donde estas máquinas de almacén encajan especialmente bien. Uno de ellos es el de la distribución minorista, donde se suelen manejar carros o jaulas con productos variados. También en la industria farmacéutica o alimentaria, donde el movimiento constante de productos requiere soluciones ágiles y silenciosas.
En centros logísticos con varios turnos, los remolcadores eléctricos permiten mantener el ritmo sin forzar al personal. También se están viendo cada vez más en hospitales o fábricas con grandes distancias internas, donde hay que mover suministros sin causar ruidos molestos o interrupciones.
No hace falta tener un almacén gigantesco para aprovechar sus ventajas. Incluso en operaciones más pequeñas, pueden mejorar la eficiencia y el bienestar de los trabajadores con una inversión bastante razonable.