
La cumbre de la OTAN en Madrid: una perspectiva diferente
Vizago (*)
La cumbre de la OTAN en Madrid la semana pasada ha sido presentada por el gobierno y por el principal partido de la oposición como un éxito.
Los medios de comunicación han narrado con entusiasmo lo espléndida que ha sido la cumbre. En algunos medios como Radio Nacional de España la narración durante el boletín de noticias iba acompañada en todo momento de una música de fondo enérgica y dinámica que por su puesto dejó de sonar cuando cambiaron de tema. Musicalmente, la repetitiva melodía de fondo evocaba avances, logros, hazañas. Estaba en sintonía con la narración que la acompañaba. Se nos informaba de que la cumbre de la OTAN estaba incrementando el prestigio de España. Cuando en el mismo boletín de noticias se habló del incremento del coste de la vida o de la factura de la luz no había melodía.
La música apela a los sentimientos y no a la razón. Su utilización en un boletín de noticias radiofónico mientras se imparten noticias acerca de la cumbre de la OTAN constituye un paso más en la subjetivización de las noticias. La música en este contexto nos invita a sentir de un modo determinado respecto a la información que estamos recibiendo. Un marco emocional en consonancia hace que el contenido de la noticia se digiera con mayor facilidad, atenuando el papel del intelecto, a veces escéptico.
Habida cuenta del imparable avance tecnológico, quien sabe que nuevas técnicas serán utilizadas en el futuro para condicionarnos emocionalmente a aceptar una determinada versión de la realidad.
Hubo un tiempo en el que se pensaba que en democracia el cometido de los medios de comunicación es darle al ciudadano información objetiva y fehaciente para que él o ella saque sus propias conclusiones. Hoy en día los medios, incluso aquellos subvencionados con nuestros impuestos, se erigen en proponentes de una determinada visión de la realidad. En el panorama mediático español brilla por su ausencia una auténtica pluralidad de visiones. Mientras que los medios privados conforman un oligopolio en manos de unos pocos intereses empresariales, la radiotelevisión pública está notoriamente en la palma de la mano del partido que esté en el poder.
Sin escatimar detalles respecto a la cumbre, se nos dijo incluso qué esposa de qué primer ministro había venido a Madrid y cual no. No faltó información referente a las aceitunas que acompañaron al menú. Parece que hablar de guerra da hambre. Se ponderó lo reconfortante que es contemplar a los líderes de las naciones de la OTAN distendidamente mirando cuadros en el Museo del Prado. Debemos poner nuestra esperanza en que alguno de aquellos grandes artistas, a través de los siglos, reflejado en su obra, haya transmitido a algún mandatario un signo de la futilidad de haber venido a hablar de guerra.
Capítulo aparte fue reservado para el más grande entre los grandes: el presidente de los Estados Unidos. De forma empalagosa se detalló la “buena sintonía” entre los señores Biden y Sánchez. Casi que nos olvidamos de que estaban reunidos para hablar de bombas, tanques, drones, y de reducir los presupuestos de salud y educación. Casi que parecía aquello una reunión de viejos amigos.
No queriendo ser menos, la semana pasada Vladimir Putin estuvo de visita en Tayikistán y Turkmenistán demostrando así que aún le queda algún país al que viajar sin ser detenido por crímenes de guerra.
La guerra en Ucrania está siendo un desastre no sólo para la región sino para el mundo. Además del aumento de la pobreza, las desigualdades sociales y la inflación, está también causando una crisis alimentaria en algunos de los países más pobres del planeta. Ante esta catástrofe los ciudadanos tenemos derecho al menos a una información veraz.
Sabemos que la invasión rusa fue precedida por varios encuentros diplomáticos al más alto nivel entre Rusia y las potencias occidentales. Según manifestó en aquel momento el ministro de exteriores ruso Sergei Lavrov hablar con su homóloga británica Liz Truss era como “hablar con una persona sorda”. El hecho de que Truss en sus declaraciones a la BBC confundiera el Mar Báltico con el Mar Negro no es alentador. Según Lavrov, durante las negociaciones le preguntó a su homóloga británica si el Reino Unido reconoce la soberanía rusa de Rostov y Voronezh. Truss respondió que el Reino Unido nunca reconocerá la soberanía rusa, antes de que su propio embajador le comunicara a Truss que Rostov y Voronezh son dos regiones del sur de Rusia. Según la diplomacia rusa este es un ejemplo de la ignorancia de los negociadores occidentales acerca de la geografía y la historia de la región. Según los británicos esto es mera propaganda rusa.
Lo que sí sabemos es que una de las principales demandas rusas era que Ucrania no entrase a formar parte de la OTAN. Los negociadores occidentales se negaron rotundamente a comprometerse a ello. Una vez comenzada la invasión, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky declaró que en el marco de una futura negociación con Rusia estaba dispuesto a aceptar la neutralidad de su país y a que no entre a formar parte de la OTAN. ¿Cuántas personas tenían que perder la vida y cuantas ciudades destruidas antes de que se considerara la neutralidad un precio aceptable de cara a evitar un conflicto bélico? Después de la caída del Muro de Berlín, contraviniendo las promesas hechas a Mikhail Gorbachev, la OTAN se ha expandido gradualmente hacia el Este hasta llegar a las puertas de Rusia.
Teóricamente, siendo Ucrania un país soberano tiene derecho a integrarse dentro de las alianzas militares que le plazca. Cierto. En la práctica ¿tolerarían los Estados Unidos que un país limítrofe se alineara militarmente con una potencia nuclear hostil? Sabemos la respuesta puesto que ya ocurrió cuando Cuba se alineó primero económicamente y luego militarmente con la Unión Soviética. Sabemos que los Estados Unidos no escatimaron esfuerzos para derrocar al gobierno de Cuba a través del terrorismo, el maltrecho intento de invasión a Cuba en 1961, el estrangulamiento económico por medio de un bloqueo que se mantiene vigente hasta hoy, e incluso con la amenaza de una guerra nuclear con la Unión Soviética en octubre de 1962.
Antes de iniciarse la invasión rusa el 24 de febrero existía ya un conflicto bélico en Ucrania oriental desde 2014. Las maltrechas negociaciones en febrero de 2022 no fructificaron, con las consecuencias que todos conocemos. La excusa utilizada por ambos bandos ‘nosotros hemos sido razonables, ellos han sido los intransigentes’ ya no nos vale. Ese ha sido el argumento que se ha utilizado a lo largo de la historia. En pleno siglo XXI tenemos derecho a conocer la verdad. A fin de cuentas, nosotros, el pueblo, la ciudadanía somos los perjudicados. En cualquier ámbito de la vida se examinan los hechos y se depuran responsabilidades. La paz, la estabilidad económica, la seguridad alimentaria, por no decir la vida misma, son demasiado preciadas como para ser consideradas daño colateral de la negligencia de mandatarios internacionales.
Las negociaciones internacionales en las que se decide la paz o la guerra con todas sus consecuencias no pueden ser el coto privado de una camarilla de políticos y burócratas. Hay demasiado en juego. Los ciudadanos tenemos derecho a saber lo que se decide en nuestro nombre. Igual que hace varias décadas era impensable que las cámaras de televisión se instalaran en un lugar tan solemne como un parlamento nacional, hoy hay que reclamar completa transparencia en las negociaciones entre estados o bloques. Esta información es de mayor utilidad de cara a una posible resolución del conflicto que el show mediático de la OTAN en Madrid.
La guerra en Ucrania eventualmente llegará a su fin. Decenas de miles de personas habrán muerto innecesariamente. Otros vivirán con secuelas físicas y mentales durante el resto de sus vidas. Hay ya millones de desplazados y ciudades enteras en ruinas. Habrá un acuerdo de paz o de alto al fuego que no satisfaga totalmente a nadie. Ninguna de las partes habrá conseguido todo lo que quería. Ambas habrán tenido que hacer concesiones. La lógica actual de nuestros mandatarios es que antes de llegar a ese punto primero tienen que caer más bombas, haber más muerte y destrucción de manera que se esté en una supuesta mejor posición para negociar.
No ocurre con mucha frecuencia, pero debo decir que estoy totalmente de acuerdo con el Papa cuando afirma que la guerra se podía haber evitado y que ha habido intereses de compañías de armas que han propiciado el conflicto bélico en Ucrania. Si esto lo hubiese expresado cualquier hijo de vecino hubiese sido denostado como teoría conspirativa. Tratándose del Papa es un poco más complicado desdeñar sus palabras.
A la vez que denuncia la brutalidad de la invasión rusa, el Papa disiente de la versión oficial prevalente en Occidente acerca de la guerra y sus causas: “Estoy simplemente en contra de simplificar la complejidad a la distinción entre buenos y malos sin razonar acerca de la raíz y los intereses…Debemos alejarnos del habitual paradigma de caperucita roja según el cual caperucita roja es buena y el lobo es el malo”. El pontífice afirmó que meses antes de producirse la invasión rusa, fue advertido por un jefe de estado de que la OTAN estaba “ladrando a las puertas de Rusia”, y de que Rusia no lo toleraría, lo cual podría resultar en una guerra.
Cuando finalmente cesen las hostilidades uno de los legados de esta guerra será la cantidad de material bélico enviado a Ucrania por la OTAN que pasará al mercado negro y terminará en manos de organizaciones criminales y grupos terroristas.
Después de mucha sangre, sudor y lágrimas cuando la guerra en Ucrania llegue a su fin ¿de qué habrá servido? Algunas compañías de armamento habrán obtenido beneficios astronómicos, pero tanto Occidente como Rusia se habrán debilitado mutuamente. No habrá ganadores. Es probable que haya un periodo de paz y reconstrucción antes de que se produzca un nuevo y calamitoso conflicto entre Occidente y China.
Este es el destino al que nos conduce la senda por la que transitamos. Cambiar de rumbo nos concierne a todos. Cualquiera que sea nuestro ámbito y nuestras posibilidades debemos manifestar nuestra oposición a las políticas belicistas que propugnan nuestros mandatarios. Ahora más que nunca debemos decir bien alto que un mundo diferente no sólo es posible sino además necesario.
(*) Articulista