El virus Curbelo

Alonso Trujillo Mora (*)

A Casimiro Curbelo, presidente del Cabildo Insular y diputado regional, no veo qué otro nombre le podría dar. Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que manda y hace y deshace a su antojo en una isla llamada La Gomera. Esta enfermedad, este virus, amenaza con ser la causa de la muerte moral de la Isla Colombina  -  la del Parque Nacional de “Gara y Jonay” -  si un vómito profundo no consigue arrancarlo de la conciencia de los gomeros, antes de que el veneno acabe corroyendo las venas y destrozando el corazón de la isla más rica en biodiversidad del conjunto de las Macaronesias. Los valores básicos de la Política son pisoteados todos los días por las patas viscosas de este virus que, entre sus múltiples talentos, tiene una habilidad dolosa  para abusar de las palabras, pervirtiéndoles la intención y el sentido, como es el caso de esa “Agrupación Socialista Gomera”, que así se llama el partido apócrifo,  fulanista y clientelar con el que éste populista el poder asalta.

Le llamo delincuente a este cacique y no me arrepiento. Por razones de naturaleza semántica que otros podrán explicar mejor que yo, el término delincuente tiene en castellano una carga negativa mucho más fuerte que en cualquier otro idioma hablado en Europa.  Para significar de forma clara y contundente lo que pienso del virus Curbelo, utilizo el término en la acepción que la lengua de Nebrija y de Cervantes le viene dando habitualmente; aunque sea más que dudoso que Cervantes lo haya usado alguna vez. ‘Delincuencia’, en mi lengua vernácula significa, de acuerdo con los diccionarios y la práctica corriente de la comunicación, “acto de cometer delitos, desobedecer leyes o patrones morales”. La definición le sienta como un guante al virus Curbelo, sin una arruga, sin una tirantez, hasta el punto de parecerse más a una segunda piel que la ropa que se pone encima. Desde hace años el virus Curbelo viene cometiendo delitos de variable gravedad. Para colmo, no es que desobedezca leyes, abuse de la información privilegiada, manipule planes de ordenación y licitaciones y concursos de obras y servicio públicos;  sino, peor todavía, las malinterpreta a propósito y las retuerce torticeramente para salvaguarda de sus intereses privados, de político y empresario.

En cuanto a los patrones morales, ni merece la pena hablar. No hay quien no sepa en  la comunidad canaria que el virus Cúrbelo hace mucho tiempo que cayó en la más completa abyección: convicto de dos delitos de  detención ilegal, reincidente, encausado en numerosos procedimientos por corrupción, abroncado y expulsado de los burdeles y procesado por resistencia y lesiones a la Policía Nacional. Que se lo pregunten, si no, a dos altos dirigentes del Partido Socialista, Elena Valenciano y Alfredo Pérez-Rubalcaba: “la conducta de este sujeto avergüenza a todos los socialistas”.

Éste es el presidente del Cabildo de La Gomera, éste es el cacique populista que el alienado pueblo gomero siete veces, durante treinta y cinco años,  ha elegido para que le sirva de modelo. Éste es el camino de la ruina al que, por arrastramiento, están siendo llevados los valores de libertad, ética y dignidad que impregnaron la poesía social de Pedro García Cabrera, la pintura de José Aguiar García y la acción política de Antonio Ruiz de Padrón, Bernabé García Castilla, Manuel Echevarría Doménech y José Cabeza de Mora (antepasado del que suscribe); únicos diputados por Canarias - todos ellos  oriundos de La Gomera -  en las Cortes Generales de la Nación durante el trienio liberal 1820-1823: cuando se restauró la Constitución liberal de 1812, traída por la Francmasonería (Gran Oriente de España. Rito Escocés) con la ayuda del pronunciamiento militar de un patriota, el teniente coronel Rafael del Riego;  después ejecutado  –  ahorcado de forma vil e infame en la Plaza de la Cebada de Madrid -  por el rey absolutista y felón Fernando VII.  Son esos próceres insulares los que hicieron de La Gomera un referente poético, artístico y político de la identidad de los canarios. Esto es lo que el virus Curbelo quiere arrojar al cubo de la basura de la Historia. ¿Lo continuarán permitiendo los gomeros?

Ejemplares como Curbelo son los que contribuyen, y sirven de  exponente,  a la generalizada e infundada convicción social de que todos los políticos son iguales: los mismos perros, aunque con distintos collares.

Apelo encarecidamente a los gomeros de bien para que arrinconen la melancolía política, se sobrepongan, superen el abatimiento y la postración,  y se levanten con valor poniéndose de pie ante la dignidad de las cosas justas y en contra del caciquismo,  la corrupción y la alienación.

(*) Articulista y abogado