La cara oculta del femicida y el femicidio I

Lic. Horacio Serfilippo (*)

Cuando escucho en los medios, radio o tv, “muere una mujer a manos de su pareja o marido”, y este luego se suicida, o se da a la fuga, me pregunto por qué nadie habla suficiente y profundamente sobre el trasfondo que existe en esta clase de hechos, en la singular relación que hay entre víctima y victimario, y sobre la estructura psíquica de este último.

Dedicaré este artículo, y los subsiguientes a desmenuzar estas cuestiones, pues considero, y estas es una línea de pensamiento mía, que ni el estado, ni los gobiernos, ni la justicia, sea del país que sea, puede brindar una solución, cosa que de hecho no hace, si no entiende con lo que trata.

En los hechos tenemos varios actores: el victimario y la víctima. Y como espectadores pasivos, los familiares de ambos por un lado y por el otro la justicia.

Comencemos por el primero, el femicida.

En pocas palabras, se trata de un psicópata. No importa si es neurótico, psicótico o un perverso, pues este aspecto de su estructura psíquica es irrelevante. Aquí lo importante es su conducta, y la cantidad de avisos previos que da, como para estar alertas de que se trata de un sujeto peligroso. Esta es una característica común a la mayoría de estos sujetos, suelen dar señales claras de cuáles son sus intenciones. Los hay muy inteligentes, pero por lo general son personas de bajo coeficiente intelectual. Respecto a esto último aclaro que se suele esperar, de las personas que son malas, un psicópata, un nivel de inteligencia que les permita encubrir adecuadamente sus intenciones y su conducta. Pero sucede que como se creen muy inteligentes y astutos lo cual los vuelve soberbios, tienden a menospreciar las capacidades de los demás. Y este es su punto ciego sobre el cual se puede tomar ventaja y estar siempre un paso o dos por delante.

Hay algo que me gustaría que quede bien claro, y es que las debilidades del otro son las fortalezas del psicópata. Y en esto englobo a la víctima, a los familiares, a los amigos y a la propia justicia. Esta última ya debería haberse dado cuenta que una orden de restricción es una respuesta débil ante un sujeto de estas características. Los resultados están a la vista.

Tenemos una  clase de psicópata, el que no sale en las noticias, pues su psicopatía está más circunscripta al control de la persona con quien trata o convive, sin llegar a la agresión física. Lo suyo pasa únicamente por la agresión psicológica. Se mantiene controlado si encuentra que su contraparte le hace frente, o tiene un carácter que hace que su psicopatía no tenga efecto.

En segunda instancia tenemos el psicópata asesino, en nuestro caso, el femicida. Y aquí los hay de al menos dos tipos: 1) el que se suicida luego de haber consumado el crimen. 2) Y el que huye de la escena, se profuga. Aunque tarde o temprano se los atrapa, pues en realidad cuando asesinan no lo hacen de manera premeditada, en el sentido de tener un plan de escape, con dinero ahorrado y un pasaje en mano. Por eso la ley les es refractaria y las órdenes de restricción son inútiles, pues actúan de manera espontánea, emocional y despojados de toda racionalidad.

Reflexionemos sobre el primer tipo

En psicología tomamos la dialéctica del amo y el esclavo, de Hegel, como para explicar la compleja relación humana. Sucede que como todas las cosas, las relaciones entre las personas pendulan dentro de una línea, cuyos polos marcan, en nuestro caso, en un extremo la total sumisión al amo, y en el otro la absoluta rebeldía del esclavo.

Los puntos intermedios son en donde estaríamos la mayoría, y nos acercaríamos hacia los polos dependiendo de las circunstancias.

El psicópata femicida se encuentra en el polo del amo, esperando absoluta sumisión del otro creyéndose dueño de este, con derecho absoluto a hacer cuanto le venga en gana. O sea el esclavo se vuelve un objeto.

Lo peculiar de esta relación es que no puede existir el amo si no hay un esclavo, y viceversa. Por eso es un tipo de vínculo del cual a las mujeres les es difícil escaparse, pues tienen una identidad sólo en relación con quien las maltrata. Además el psicópata hace un doble juego, donde por momentos muestra una cara amable y en otros momentos una cara malvada. Me gusta compararlo al dios Jano, que tenía dos caras. Esta es la manera en que manipula a su víctima, para sostener el lazo. Le pega y luego llora pidiéndole que lo perdone, con lo cual consigue perpetuar esta situación en el tiempo. Con la adecuada psicoterapia se puede salir, pues el profesional le da herramientas como para construirse una identidad sana, y sin dependencia de nadie.

Viendo esta relación en términos tan totalitarios, se entiende que si uno no puede existir sin el otro, cuando el femicida consuma el homicidio de su esposa o pareja, lo único que le queda es suicidarse, pues se ha roto el vínculo, y su identidad se disuelve.  En el próximo artículo continuaremos. Si tienen algún comentario o sugerencia el correo de contacto es Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

(*) Psicólogo y articulista