Somos…”Eternos coleccionistas de recuerdos”

Violeta García (*)

Estamos construidos de todas esas historias que hemos vivido a lo largo del tiempo, esas pequeñas historias que hacen que se vaya formando nuestra propia identidad, y realmente si nos paramos a pensarlo somos eso, recuerdos, y es cierto que cuando vamos cumpliendo años lo que nos va quedando son todos aquellos maravillosos recuerdos que hacen que nos salga una sonrisa cuando nos paramos a  revivir todas esas historias que hacen que hoy seamos quienes somos.

Recordamos esos olores a café en casa de nuestros padres un domingo por la tarde, nuestro primer beso en el cine, la primera vez que nos partieron el corazón, o aquel momento en el que nos sentimos en una nube cuando nos dieron la posibilidad de lucirnos en nuestro primer trabajo. Esa lista a medida que va pasando el tiempo se va haciendo cada vez más larga guardando con cariño en nuestra memoria esos momentitos de oro que tanto apreciamos.

Pero ¿Qué pasaría si esos recuerdos de repente comenzaran a volverse cada vez más difusos siendo cada vez más y más inaccesibles?

Hoy en día no es raro oír la palabra Alzheimer, y es que desgraciadamente en pleno siglo XXI cada vez somos son más las personas que nos sentimos identificadas con esta palabra; no es para menos ya que, según la Organización Mundial de la Salud, la demencia afecta a unos 50 millones de personas a nivel mundial.

Cada año se registran cerca de 10 millones de nuevos casos. Se calcula que entre un 5% y un 8% de la población general de 60 años o más sufre demencia en un determinado momento. Se prevé que el número total de personas con demencia alcance los 82 millones en 2030 y 152 millones en 2050.

Si bien es cierto que a día de hoy el Alzheimer no tiene cura, son muchas las investigaciones que cada día aportan un rayito de luz a tanta oscuridad y hacen que los profesionales que nos dedicamos a este ámbito estemos en constante reciclaje sobre las formas de intervención hacia las personas que padecen esta enfermedad, sus familias, y sus cuidadores. Tradicionalmente las investigaciones se han centrado en el estudio de la pérdida de las funciones de la persona que padece Alzheimer, y es ahora cuando se empiezan a ver atisbos esperanzadores en este campo y en su forma de intervención, y es que investigaciones recientes sostienen lo que ya varias familias comentan cuando empiezan a familiarizarse con esta enfermedad: No todo está olvidado, como apoyan investigaciones recientes publicadas en la revista Cognitive and Behavioral Neurology.

“Los pacientes de Alzheimer pueden sentir emociones pese a que debido a la enfermedad hayan olvidado el motivo que las causó”, como demuestra un estudio pionero llevado a cabo por Edmarie Guzmán-Vélez. Dicha investigación concluye que , aunque los pacientes no puedan recordar una reciente visita de un ser querido o que no los cuidaron como era debido, esas acciones pueden tener un impacto en cómo se sienten.

Aquí yace la importancia de cuidar al círculo de cuidadores y familiares de personas que conviven con Alzheimer, ya que es aprender a comunicarse con el paciente para inducirles emociones positivas. Esta investigación consideró fundamental enseñar a los cuidadores a comunicarse con los enfermos y evitar acciones como censurarles bruscamente. Pongamos el ejemplo de que nuestro familiar, quiere visitar a un familiar, el cual hace años que ya falleció, puede suponer algo doloroso para la persona cuidadora, pero no hay que olvidar que para ellos quizás es una realidad totalmente nueva, algo que hace que esa persona vuelva a experimentar sentimientos de tristeza y desesperanza, algo que quizás pueda evitarse utilizando otro tipo de lenguaje con la persona que en ese momento está viviendo esa realidad.

En una enfermedad como el Alzheimer, de tan larga duración y en un proceso tan “verde” en la investigación, es clave empezar a cambiar de mirada para poder empezar a plantearnos una nueva forma de enfrentarnos a la enfermedad, y cambiar el planteamiento clásico pesimista, centrándonos en vivir el presente con esa persona y centrando la mirada en aquellas capacidades que aún conserva por muy pequeñas que sean ya que si “le damos la vuelta a la tortilla” y lo miramos desde otro prisma podemos verlo es una vida que comienza.

Desde unos parámetros nuevos, desde un constante “vivir el presente” viviéndolo de forma plena, guardando en nuestra mochila nuevos recuerdos con esa persona que de alguna forma u otra ha contribuido a crear también nuestra propia identidad y nuestros propios recuerdos.

(*) Psicóloga