Yo soy Jessie Etchells

Manuel García Morales (*)

Magistral en el fondo y las formas, la representación en el Teatro Hespérides, de la obra del guíense Javier Estévez: ‘Yo soy Jessie Etchells’, dirigida por Luis O’Malley, interpretada por Guacimara Correa y con música de Nisamar Díaz Pérez.

La necesidad de autoafirmación de una mujer (yo soy), en el contexto de la sociedad británica puritana de finales del XIX y primeras décadas del siglo XX, impregnado de un carácter reivindicativo, cultural y vanguardista que, entre otras cuestiones, culminará con el reconocimiento del derecho al sufragio de la mujer, con posterioridad a la Primera Gran Guerra.

Pero, más allá de este derecho y de esas otras cuestiones de cambios socioeconómicos y culturales, está el viaje interior que realiza la protagonista, interrogantes y respuestas, en escenarios tan diferenciados como Londres o La isla de Gran Canaria, entre la niebla de los convencionalismos sociales y la luz de una isla que le cautiva.

El deseo profundo de libertad, la necesidad de expresarse a través de la pintura, el encuentro frente a uno de sus cuadros, y el posterior compromiso con el hombre con el que compartió el amor y el desamor. La presencia y la ausencia de unos hijos, contradicción entre la plenitud de la maternidad y la limitación temporal para seguir expresándose en un lienzo.

Llegada y partida pletóricas de sueños por realizar.

Mención a parte merece el carácter emocionalmente reivindicativo de la obra sobre la conservación del espacio, de la casa, que albergó, en Becerril, a la familia que impulsó el desarrollo agrícola de la zona Norte en aquellos complejos años, y que su estado ruinoso no es más que el reflejo del desparecio, cuando no de la ignorancia de nuestra historia.

El contexto no deja de ser el pretexto para que aflore el principio de libertad de cualquier ser humano, en este caso un canto a la reivindicación de sí misma, de una mujer cuyos sueños traspasaron el camarote del Highland Monarch, despertando en los espectadores  las ansias y la necesidad de reivindicar la identidad de todos y cada uno, especialmente de las mujeres y de su papel en el devenir de la historia.

Es una obra que, al igual que su protagonista, debiera realizar el viaje de vuelta, recalar en Londres y devolver a Jessie Etchells el reconocimiento de ser y haber sido.

(*) Articulista