Demencia senil. Una enfermedad imposible? I

Lic. Horacio Serfilippo (*)

Existen situaciones sobre las cuales nunca sabremos cómo vamos a actuar o reaccionar, hasta el momento en que suceden. Una de ellas es cuando nos encontramos con una pariente muy cercano, esposa o padres, con demencia senil o con Alzheimer.

Ambas enfermedades son neurodegenerativas, y evolucionan negativamente sin que se las pueda detener. Solo se las puede ralentizar, con mucho esfuerzo del paciente y de quien o quienes lo rodean.

Este escrito, y los subsiguientes, los dedicare a detallar los aspectos más importantes a tener en cuenta sobre la demencia senil y además en lo que respecta al enfermo y a quien lo cuida. Pero prestaré mayor atención sobre lo vivencial, lo relacional y experiencias, pues allí es donde reside que podamos hacerle frente al desafío que representa el cuidado del enfermo.

Hablemos de la enfermedad.

Es una dolencia que se manifiesta de manera insidiosa, solapada. Es decir que, a menos que estemos con los sentidos muy entrenados, podemos no darnos cuenta que en la conducta de aquel que lo padece hay algo anormal. Por lo que la enfermedad queda enmascarada detrás de síntomas que podrían atribuirse a cualquier otra cosa, como ser estrés, problemas psicológicos o nerviosos.

La primera cuestión a tener en cuenta, es si hay en la familia antecedentes de que alguien haya padecido la enfermedad.  Por ejemplo, si las mujeres de la familia la han padecido, sus descendientes tienen altas probabilidades de tenerla.

Como es una patología que afecta a la memoria y a los procesos cognitivos,  pudiendo generar alucinaciones, dentro de los síntomas más importantes, luego aparecerán la desorientación espacial y temporal, se recomienda que tempranamente se tenga el buen hábito de leer libros, hacer crucigramas o problemas de ingenio, y tener actividades diversas en las cuales intervengan la memoria y el razonamiento. Esta es la única manera con la cual se puede hacer más lento el comienzo de la enfermedad.

El síntoma más notorio es cuando falla la memoria. No es cualquier fallo de memoria, sino sobre cuestiones fundamentales en las cuales no debería fallar. Por ejemplo no recordar que almorzó, olvidar nombres de parientes cercanos, y por sobre todas las cosas aquellos fallos que no son habituales en la persona.

Por lo general, al menos en mi experiencia, encuentro que las personas tienden a tener una respuesta exagerada cuando alguien les dice que cuidan un pariente con demencia senil. Recuerdo una conversación con una señor que tenía a su esposa con Alzheimer y que nos relataba que un día se había perdido. Ellos vivían en un pueblo pequeño, pero aun así nuestra reacción fue de preocupación.

Lo que me llamó mucho la atención, y procuro recordarlo siempre, es que este hombre nos respondió con suma tranquilidad, que su esposa muy lejos no podría ir que solo era cuestión de un rato para que la encontrara.

Tal vez esa respuesta podría encontrar muchas oposiciones, pero lo que yo rescate de esa actitud fue que esta persona aceptaba la enfermedad de su esposa como algo más en su realidad de todos los días, como quien debe lavarse los dientes o alimentarse. Esta filosofía me pareció absolutamente brillante, como recurso y herramienta para sobrellevar algo, que de otra manera podría ser enfermante para quien lo cuida. No en vano se habla tanto del síndrome del cuidador, cuyos síntomas son diversos, pero los más importantes son la depresión y la agresión.

Debemos estar preparados para que aquello que menos imaginamos que pueda suceder, va a suceder. Es la enfermedad de lo inesperado, en donde aquel recurso que hoy nos da resultado, al poco tiempo ya dejará de servirnos, debiendo poner en juego toda nuestra imaginación. Nuestra lectura de cada detalle del comportamiento y reacciones del enfermo, es la información que necesitamos para poder adaptar e inventar las herramientas necesarias para un cuidado adecuado. Más adelante, cuando analice más detalladamente las áreas que pueden o no encontrarse afectadas, daré ejemplos de estas herramientas.

Las áreas que analizaré son: los aspectos biológicos; los afectivos; las sensaciones; las imágenes; las cogniciones; las conductas y las relaciones sociales.  

Por eso siempre recomiendo que aquellos que están en esta situación, no dejen de acudir en busca de consejos en las instituciones que dan apoyatura a los cuidadores, o en psicólogos. Aunque, si fuera necesario podrían recurrir a otras instituciones, por ejemplo a residencias de ancianos.

Tal vez para muchos les resulte tedioso, y hasta inútil hacer el esfuerzo por alguien que es muy probable que no nos recuerde, y que tiene tan mal pronóstico. Eso ya tiene que ver con cada uno, y cuanto recordamos nosotros quién es esa persona.

Lo que sí puedo decir es que la dignidad y la calidad de vida no debería negársele a nadie. Para eso son estos artículos, para que ambos, enfermo y cuidador, no la pierdan.

Bien, hasta aquí las cuestiones más generales en cuanto a la enfermedad. En el próximo artículo comenzaré con el recorrido por las áreas, dando una descripción detallada de cómo se ve afectada cada una, acompañándolas de ejemplos que permitirán una mayor comprensión. Si tienen alguna consulta o sugerencia el correo de contacto es Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.">

(*) Psicólogo y articulista