De estrategias y estrategas electorales

Carlos Gustavo Rivero Quintana (*)

A falta de escasos días para la confirmación del fracaso estrepitoso de la actividad política en nuestro país, de la ausencia de dialogo y convergencia ante la deseada respuesta de cambio, expresada por la ciudadanía en forma de retirada de los apoyos que perpetuaban a la alternancia en el poder del PSOE y el PP, y con la aparición de dos nuevos formaciones políticas emergentes (C´s y Podemos) que están en las antípodas ideológicas, se consolida la idea de que lo que no puede ser, no lo es y además es imposible.

Los partidos tradicionales (PP y PSOE), se encasillan en el tablero del juego político desde posiciones que les han funcionado en el pasado, mientras las dos nuevas formaciones en el arco parlamentario expresan su antipatía mutua y marcan desde el comienzo posturas invariables que hacen incompatible su convergencia en los temas de gran calado que marcan sus programas (por ejemplo: legislación laboral y programa económico). La idea es simple, "yo quiero, pero el otro no me deja".

La postura del PP, con Rajoy a la cabeza, pivota sobre una opción manejada en otros países europeos, y proponen ‘la Gran Coalición’, a sabiendas que la misma solo busca la supervivencia política en el poder, además de que los posicionamientos programáticos de ambos partidos distan mucho en diferentes materias, y sería de difícil comprensión para sus respectivos votantes. Si a todo esto le sumamos que ha utilizado su mayoría absoluta para pasar ‘el rodillo’ con sus políticas (práctica que también utilizara en el pasado el PSOE), hacen que  esta fórmula de gobierno se torne en una quimera inviable. El PP, es a día de hoy como ese/a novio/a que nadie quiere, y de no obtener la mayoría absoluta será inviable que vuelva a gobernar, cuando hay protagonistas dentro de su formación que hacen imposible que otras formaciones puedan pactar, a tenor de los casos de corrupción que le salpica y la pérdida de confianza por su gestión durante la crisis que le ha pasado factura en las urnas, y que le han hecho perder un tercio de sus votantes. Cuando se quiere gobernar hay que ser valiente y dar un paso al frente como el partido más votado, y no quedarse en el limbo actuando como si se tratase del refrán del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Su capacidad de autocrítica es, en demasiadas ocasiones, extremadamente limitada.

La postura del PSOE, con Sánchez a la cabeza, pivota sobre varias premisas: la de ser una formación ‘del cambio’; llaman al consenso y al interés general de España, como hacen todos, y a ser la única opción que permita desbancar al PP de nuestro actual Presidente del gobierno en funciones, por diversas razones (destrucción del estado del bienestar, y ‘corrupción’, aunque el PSOE ha tenido lo suyo en esto último); a focalizar la atención sobre Podemos y a converger con C´s en una propuesta de gobierno que se aleja en demasía de cuestiones centrales de su programa electoral (como son: la legislación laboral y programa económico, y en los que son más cercanas a Podemos, al menos en lo programático); la de hacer de ‘puente’ entre Podemos y C´s, abogando por sumar desde lo que les une (regeneración democrática, transparencia, etcétera, etcétera, etcétera), a sabiendas que un programa de gobierno no se fundamenta en lo que la ciudadanía te demanda y todos llevan en sus programas, sino en lo que se diferencian, que hace imposible, por unos y otros, que lleguen a un acuerdo viable para todos los involucrados. El PSOE tiene un profunda aprensión a lo que Podemos pueda llegar a ser, y con el mismo nicho de votantes le produce desasosiego que ocupen su lugar como referente de la izquierda y les sustituya, en unas instituciones públicas en las que muchos cargos públicos, como en el PP, se han acomodado y que no en pocas ocasiones vemos las mismas caras durante décadas en las instituciones y/o entes de diferente naturaleza jurídica (fundaciones, observatorios, empresas públicas, etcétera, etcétera, etcétera).

Con respecto a las formaciones ‘emergentes’ en el panorama político nacional, lo idóneo sería que en ningún caso se les note el tacticismo electoral en base a encuestas electorales, que dicho sea de paso es propio de la vieja política y de los partidos tradicionales. Sobre Podemos, su excesiva escenificación en lo concernientes a temas como el "derecho a decidir", propia de sus confluencias, y que permite al PSOE establecer una coartada de cara a sus electores, para no pactar. Respecto a C´s, su definición de Centro, o más bien de Centro Derecha si nos fijamos en sus propuestas en el ámbito laboral y económico, en el que se postulan como comodín tanto para el PP o el PSOE, siempre que estos tomen medidas de transparencia y regeneración democrática en las instituciones y a nivel interno. Si hay que reconocerles, a ambos, que en este periodo de "negociaciones" para intentar conformar gobierno hayan sido claros, y no se hayan dejado vapulear, por el PSOE o el PP, y sus argumentos utópicos, llegando a ser casi pueriles, en algunos casos.

Es necesario converger y sumar en política, pero desde unos criterios y unos compromisos adquiridos con la ciudadanía en los programas electorales, que no terminen siendo papel mojado, algo a los que nos tienen ya acostumbrados los partidos tradicionales. No se puede premiar a aquellos que desnaturalizan la esencia de aquellas medidas que les han llevado a las instituciones, en aras de alcanzar el poder y defraudar la confianza de la ciudadanía. En la nueva política, no vale todo.

La mayoría de formaciones políticas, olvidan en demasiadas ocasiones que uno de los axiomas de la actividad política, es que esta no es una profesión, sino una vocación de servicio público, que debe tener un tiempo limitado de vida, cuya única finalidad es la de dejar un legado mejor de lo que se han encontrado. No pierdo la esperanza de que las futuras generaciones que nos gobiernen no reincidan en los errores de sus antecesores, y que tengamos partidos políticos, y todos sus integrantes, con una ética intachable de la que sentirnos orgullosos, con tolerancia cero para aquellos que no defiendan el interés general.

(*) Articulista