Los bulos se duplicaron en España un mes después del estado de alarma (y WhatsApp es uno de los grandes responsables)


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Raúl Magallón Rosa, Universidad Carlos III y José Manuel Sánchez Duarte, Universidad Rey Juan Carlos

La International Fact-Checking Network –una unidad del Instituto Poynter que reúne a periodistas que verifican hechos a nivel internacional y de la que forman parte más de 70 países– había verificado a mediados del pasado mes de junio más de 6 000 contenidos o historias falsas sobre coronavirus desde el inicio de la crisis.

En España, la organización periodística Maldita hizo público un buscador que recogía –a principios de mayo– hasta “480 mentiras, alertas falsas y desinformaciones sobre COVID-19” que había monitorizado.

¿Qué hubiera pasado sin ese trabajo de verificación de contenidos que circulan principalmente por debajo del radar de los medios de comunicación?

Hemos llevado a cabo un estudio titulado “Infodemia y COVID-19. Evolución y viralización de informaciones falsas en España”, publicado en la Revista Española de Comunicación en Salud. El objetivo de nuestra investigación se centraba en analizar los datos sobre España presentes en el proyecto colaborativo LatamChequea durante la pandemia de la COVID-19.

El 2 de abril de 2020, 21 organizaciones de fact-checking de 14 países lanzaron LatamChequea-Coronavirus para trabajar juntas en la verificación de contenidos sospechosos en torno a la pandemia –con fecha 15 de abril de 2020 eran 27 las organizaciones implicadas–.

Investigación sobre noticias españolas

Para la investigación se seleccionaron todas las informaciones pertenecientes a España y aportadas por Maldita a LatamChequea-Coronavirus entre el 14 de febrero y el 15 de abril de 2020.

Esta selección, hecha por el equipo de chequeado a partir de las verificaciones en español y portugués realizadas para la CoronaVirusFacts Alliance, abarcaba el mes previo a la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno de España y un mes con la vigencia de dicho estado. La selección respondía a la necesidad de identificar los tipos de bulos y su funcionamiento en dos periodos de tiempo con diferencias de contexto sustanciales.

Selección y codificación de 166 piezas

Tras un primer análisis, se decidió centrar la investigación solo en las piezas aportadas por Maldita. De esta manera se seleccionaron 166 piezas que fueron codificadas en las siguientes variables.

  1. Tipología de bulos: contagios, estado y evolución de la pandemia; formas de prevención y curas; medidas (públicas y privadas) adoptadas en la lucha contra la pandemia y para paliar sus efectos y otros.

  2. Fecha de verificación: antes del estado de alarma (del 14 de febrero al 14 de marzo de 2020) y durante el mismo (del 15 de marzo al 15 de abril de 2020)

  3. Origen y canales de distribución del bulo: redes sociales, mensajería instantánea o medios de comunicación.

  4. Intencionalidad del bulo: desmentir o ampliar información.

  5. Viralización en otros países: viralizado o no viralizado.

  6. Identificación de los promotores de bulo: identificado o no identificado.

Aumento de la desinformación con la pandemia

Sobre la distribución de los bulos verificados durante el periodo de investigación, se identificó un aumento significativo de la desinformación a medida que la pandemia se iba desarrollando. En el mes previo al decreto de estado de alarma solo se reportaron un 32,5 % de los bulos pasando a 67,5 % en el mes posterior.

Elaboración de los autores.

Hay que subrayar una mayor presencia de los bulos sobre contagios en la primera etapa de la crisis y una diversificación de las desinformaciones entre el 15 de marzo y el 15 de abril.

Así, este tipo de bulos dio paso a piezas centradas en el origen de la pandemia, cuestiones relacionadas con la seguridad (estafas, fallos en aplicaciones informáticas, asaltos a domicilios…) o informaciones focalizadas en determinados colectivos de población (migrantes).

WhatsApp se lleva la palma

Los canales de información más relevantes para vehicular bulos fueron las redes sociales (36,1 %) y las aplicaciones de mensajería instantánea (36,1 %). En el caso de las redes, destacan Facebook y Twitter, y en menor medida Youtube e Instagram. Sobre las aplicaciones de mensajería, WhatsApp aparece como hegemónica.

Otro de los rasgos destacables de la muestra analizada indica cierto carácter transnacional de los bulos. Si bien el porcentaje de desinformaciones que fueron localizadas en otros países suponía solo el 20 %, se identificó una tendencia cada vez más común. Los promotores de bulos tienen la capacidad de readaptar cualquier tipo de información a un contexto local.

Noticias de autoría sin determinar

Por otra parte, casi en el 75 % de las piezas verificadas no se determinó su origen, frente al 25 % en el que los promotores fueron identificados. La rápida difusión y las posibilidades de reenvío y publicación en plataformas de mensajería y redes sociales contribuyen a que la autoría de los bulos quede difuminada.

Como conclusión, podemos afirmar que los bulos “explicadores” encontraron en la pandemia un terreno fértil para difundir desinformaciones sobre contagios y sobre cómo prevenirlos. También vías fructíferas, rápidas e incontrolables para su distribución a través de redes sociales y grupos de WhatsApp.The Conversation

Raúl Magallón Rosa, Profesor del Departamento de Comunicación, Universidad Carlos III y José Manuel Sánchez Duarte, Profesor de Comunicación Política, Universidad Rey Juan Carlos

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.