Arona sigue en manos de los ‘malos’ y el alcalde y los suyos juegan al ‘Gran Gastby’

Este municipio sureño está comenzando a diseñar una historia trágica, como la que Scout Fitzgerald diseñó en esa novela maravillosa llamada ‘El Gran Gastby, aunque en Arona prefieren más la versión cinematográfica de Leonardo Di Caprio, que la de Robert Reford (este está más bueno, según la pibada consultada). El alcalde y sus concejales están todo el día de fiesta en fiesta, viviendo los oropeles de la superficialidad, del buen rollo, de las acciones insulsas, de evitar problemas y de ofrecer a todo el mundo un pasaporte a la felicidad. Pero todo eso es lo que es: boncho, superficie, banalidad, espontaneidad fingida y sobre todo una sonrisa que esconde las futuras tragedias que se avecinan sobre esta tranquila comunidad socialista. Hablamos aquí como lo hacia Fitzgerald en su novela en los locos años 20,  de los anfitriones de estas constantes fiestas troneras. No hay duda que muchos de ellos son idealistas, entregados, novatos, esperanzados, y por contra hay otros más preparados, más dispuestos, pero todos, decimos todos,  siempre mirando al dueño de la mansión, que con una sonrisa en la boca, deja que todos bailen sin hablarles ni darles indicación alguna. Un dueño que además para no empañar el paisanaje no revisa ni la bodega, ni los sótanos y menos los cuartos oscuros. Y ahí es donde se está mascando la realidad, lo que realmente importa, lo que puede cambiarlo todo y convertir esta alegre mascarada en una hecatombe. Que se gobierne tranquilamente porque supuestamente hay whisky para todos, no significa que de repente alguien se subleve y le pegue un tiro en la frente al dueño de la casa y se quede tan tranquilo. Nadie ignora que el grupo de gobierno está subido en el lomo de un Leviatán, que esconde en las profundidades, todo tipo de peces abisales, nada amables. Un ejemplo: pronto se va a celebrar un pleno, donde se van a llevar numerosas historias y numerosos expedientes. Hay uno de ellos relacionado con una concesión pública, que es el juego de un poderoso gato (empresario) contra un débil ratón (Ayuntamiento). Viene de lejos, de la época del otro dueño, igual de fiestero, pero con otro guión, con otros personajes. Seguramente se aprobará, pero los verdaderos intereses seguirán en el fondo de la piscina, observando como Gastby puede caer en ella, sin problema y sin darse cuenta de nada. ¿No es maravilloso? Arona puede permitirse estos lujos, a pesar del legado demoníaco que les han dejado a los que ahora supuestamente ‘mandan’ allí. En fin, sigamos bebiendo antes que se acabe el whisky. Lo permite Gastby. Que bueno.