Consecuencias del clientelismo político en España

La inédita situación que vive España para poder lograr configurar un gobierno estable y perdurable, tienes sin ninguna duda sus causas y orígenes.

A comienzos de la transición democrática en España, allá por el principio de los años 80, muchas fueron las personas que se afiliaron a los partidos políticos sin tener una ideología que les hubiese hecho dar ese importante paso, sus objetivos no eran otros que conseguir un puesto de trabajo, una casa, o puestos de poder para desarrollar sus egos personales y negocios empresariales.

Así los partidos apostaron por una formula cuantitativa, cuantas más afiliaciones mejor, sin mirar bien el perfil de las personas ni introducir en sus estatutos fórmulas de verificación para poder llevar el proceso de crecimiento de formas y maneras selectivas, exigiendo los requisitos precisos a aquellos que querían formar parte de los partidos. Un buen número de personas que no pagaban cuotas, pero que tenían derecho a votar para elegir planchas de candidaturas y a los representantes de los órganos internos, así que aquellos que tenían más adeptos se hacían con las asambleas locales y provinciales con artimañas de todo tipo, falsas promesas y las mentiras que hicieran falta para conseguir sus objetivos.

“La formación política de esas personas, algo muy fundamental para aquellos que buscan ingresar al mundo de la política, para lograr participar en una entidad ideológica socialmente reconocida para poder participar públicamente de eventos y situaciones, que fuera de esa trama social no podrían”, era lo de menos. Se trataba de crecer al mayor ritmo posible, y como en toda formula de atajos mal diseñada, se cometieron grandes y graves errores, que a la larga les están pasando factura a aquellos que un buen día se creyeron los más listos de la clase, unos vulgares necios que hacían todo eso y más, aun a sabiendas de que  estaban haciendo la casa por el tejado, y les dio igual.

Aquellos que no se movieron del sillón durante muchas legislaturas, que fracasaron estrepitosamente dentro y fuera de sus partidos políticos, tuvieron hasta que hacer una ley “Antitranfugas”, pues se dieron cuenta de que la fauna que se les había colado hasta en los órganos internos de sus partidos, estaba haciendo fracasar muchas negociaciones y pactos. Es lo que tiene el clientelismo, cada cual va a lo suyo, el respeto evadido, la honradez no es un valor al alza, la dignidad no importa. Pues bien, son esos mismos los que ahora quieren seguir marcando las pautas  en los momentos delicados, porque ellos  creen que siguen siendo un referente valido a día de hoy, sin darse cuenta que su tiempo ya paso, que tuvieron sus oportunidades y no las aprovecharon, que después de haber prometido al pueblo reformar la ley electoral, y haber ganado las elecciones con mayoría absoluta en dos ocasiones, traicionaron a su electorado, más tarde también traicionarían a los trabajadores que formábamos parte de sus siglas y principios. Mataron la ética y lapidaron la moral.

Ahora les ha tocado pagar las consecuencias de sus acciones clientelistas, las sociales ya las están empezando a pagar comicios tras comicios en las urnas, con unas repercusiones económicas muy importantes por la disminución de votos recibidos, pero las verdaderamente importantes son las de sus deudas económicas, que están produciendo un grave desequilibrio interno en las finanzas de los partidos grandes, que no se atreven a hacer públicas sus cuentas.

Dicen los expertos que cuando se tratan las redes clientelares políticas observan que:

“Existen siempre a la larga notables desproporciones entre las partes, una es poderosa (intermediarios de empresarios y altos cargos políticos) y la otra está con sus necesidades básicas insatisfechas (enchufados silenciosos): el desequilibrio ha sido, y es, evidente. La reiteración de ese desequilibrio por generaciones es lo que ha tornado esa relación en un hábito para muchos. En principio, si las circunstancias que dieron origen a la relación de clientela se mantienen todo habrá de seguir igual, pero si algún elemento de la relación se quiebra o se altera surgirán cuestiones problemáticas entre las partes. Y es que el clientelismo se basa en la situación de status quo en que se mantiene al cliente, donde el patrón continúa en una misma situación a ojos de la otra parte de la relación, a pesar que se haya modificado algunas de sus circunstancias.

Por eso mismo ya no se puede confiar en las bases, porque esa militancia está quebrada, atrás quedan los tiempos en el que se repartía trabajo y casa a la militancia, ahora ya no se puede y no tienen mejores hábitos que los que siempre han usado, pero ya no sirven esas malas prácticas, la militancia está descontenta y una gran parte de la misma no tiene idea de lo que puede hacer o debe hacer por falta de principios y formación política.

Ahora que estamos ya en el último acto de esta ópera bufa de la política Española, habrá que buscar un genio de la talla de Mozart para que le ponga una sutil música que nos la haga más llevadera.

Solo espero que no sean de nuevo los viejos necios de siempre, quienes terminen eligiendo la partitura, porque han sido ellos parte importante de la perdida de millones de votos, y como necios que han sido y pretenden seguir siendo, LO SABEN Y DEBEN ASUMIRLO.