Los refugiados llaman a la puerta de la crisis

Europa, que a fin de cuentas es un club de ricos, rectifica y trata de mostrar una cara más amable ante el enorme drama de los desplazados. Hay dos actitudes: la de la reportera de TV húngara que pone una zancadilla a quienes vienen, aunque sea una niña con su padre, y los que tratan de hacer de tripas corazón, pues el desafío que viene es de aúpa para países como el nuestro que apenas salen de la crisis. La xenofobia está muy presente en países como Austria, Dinamarca, Reino Unido y todo el Este, y la integración de los que vengan no va a ser un camino de rosas. Sabemos todos que los políticos del gobierno andaban en lo suyo, diciendo abiertamente que no y luego mareando la perdiz, pero las alcaldesas de Barcelona y Madrid ofrecieron sus ciudades con la creación de un registro de familias dispuestas a ofrecer alojamiento, o a aportar una ayuda para los refugiados. Aquí en Canarias, como tuvimos ya la llegada masiva de pateras, en el pueblo llano hay gente con buena disposición. El eco de estas iniciativas obliga a cambiar el rumbo, tenemos en la memoria las imágenes de tantos dramas que ha vivido la especie humana, tan proclive a las invasiones, los exilios, la sangre derramada por la briosa industria de la guerra, y de tal manera se ha movilizado la conciencia de la gente que la poderosa Merkel y el presidente de la Comisión Europea se muestran dispuestos a emprender acciones que hasta hace unos días parecían imposibles. No hay que olvidar, dice Juncker, las razones por las cuales es tan importante dar asilo a los refugiados, ya que el continente sufrió en su propia piel guerras, devastaciones y exilios desmesurados. Rajoy y sus ministros se mueven con la tibieza y la indefinición habituales, pero a Madrid no le queda otro remedio que sumarse al carro.

Estos meses y estos años próximos van a quedar para la historia como una nueva diáspora que recuerda las migraciones bíblicas. Gente que viene de Siria, Irak o Libia, emigrantes a la fuerza por conflictos bélicos y emigrantes del hambre desde Pakistán al África subsahariana. Conflictos armados ante los cuales Estados Unidos y Europa miran para otro lado, ya que en Siria nunca hubo petróleo que hubiese aconsejado acciones rápidas, como en su día sucedió en Kuwait. Y saltan a la vista los degüellos y fusilamientos del llamado Estado Islámico, sembrados en vídeos en Youtube, sin que Occidente haga lo suficiente.

La civilización se construye a base de la fusión, el mestizaje, el cruce de gentes que vienen desde los cuatro puntos cardinales, la tolerancia y la asimilación de otras ideas, otras religiones, otras maneras de posicionarse ante la vida. No estamos en tiempo de emprender cruzadas, sino de asimilar al diferente siempre que el diferente nos ofrezca la misma dosis de respeto, pero el recelo ante el mundo musulmán no se va a disipar de un día para otro. Sadam Hussein y Gadafi eran corruptos como tantos otros pero tal vez eran males necesarios; tras ellos sus respectivos países han evolucionado hacia el caos.

España apenas concede el derecho de asilo. Si nuestro país acepta esos 15.000 refugiados de los que se habla, a pesar del desempleo y la frágil economía, será una muestra de solidaridad. Siempre atacada Merkel como si fuera una política insensible, campeona y defensora a ultranza de la austeridad que tanto daño ha causado, muestra en esta crisis lo que los alemanes, y no solamente ellos, se deseaban ver en ella: un baluarte moral, un símbolo. La cruz, la cara mala, es Hungría, donde los refugiados han sido maltratados, engañados y bloqueados en los trenes, internados en campo de control, atacados con gases lacrimógenos y gas mostaza, cercados por perros, apaleados en las vallas montadas, a toda prisa, por presos del país.

Puestos a hablar de carencias, recordemos que Canarias sigue teniendo un abultado paro, alta exclusión social y además la peor sanidad del Estado, y, ahora que empieza el nuevo curso, conviene precisar que tampoco disfruta de una buena educación. El deterioro económico ha elevado el nivel de indigencia de un sector nada desdeñable de la población aquí y en todo el continente, donde unos 123 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión. En su informe 'Europa para la mayoría, no para las élites', la ONG insta a cambiar ya el rumbo e incide en que casi 50 millones de personas sufren privaciones materiales por carecer de dinero para pagar por ejemplo la calefacción.

Según Oxfam Intermón, desde 2009 hasta 2013, en los 27 países que entonces integraban la UE el número de personas que pasaban carencias materiales severas aumentó en 7,5 millones. Por colectivos, los que más probabilidades tienen de vivir en situación de pobreza son mujeres, jóvenes e inmigrantes --hasta el 40% de este colectivo está en riesgo de pobreza en algunos países, frente a la media del 10 al 23% en los nacionales--.

España es uno de los países donde más se ha incrementado la desigualdad. Según Oxfam, en 2013 España ocupaba el puesto 15 con mayor desigualdad de ingreso de mercado, es decir, antes de impuestos y transferencias, pero si se aplican estos, se sitúa en el cuarto. La pobreza en la UE no es un problema de escasez sino de distribución de los recursos ya que el 1 por ciento más rico tiene casi un tercio de la riqueza del continente. Es decir que los 7 millones de personas más ricas de Europa poseen lo mismo que los 662 millones más pobres.

Pero, ¿por qué todo esto? Los más ricos, junto con las empresas y los grupos de presión, manipulan la toma de decisiones políticas. Los políticos no gobiernan para los ciudadanos, sino para la banca y las grandes multinacionales. La crisis aumenta la desigualdad, puesto que se diseñan sistemas fiscales y políticas para beneficiar a las élites. "Este círculo vicioso de concentración, abuso de poder y abandono de la ciudadanía, repercute negativamente en el crecimiento económico, la estabilidad social y la democracia, así como en la exclusión y la pobreza", advierte la ONG.