La lucha por la libertad y un mundo mejor

La Europa Occidental, con sus respectivos problemas políticos, sociales y económicos, sigue siendo uno de los continentes más afortunados con respectos a otros continentes del Tercer Mundo como pueden ser África, Asía y América Latina. Miles de inmigrantes o de refugiados de muchos países de los citados continentes del Tercer Mundo, intentan buscar una salida que les permitan encontrar otros horizontes con mayores perspectivas de paz y calidad de vida. Muchos huyen de las guerras, las miserias y el hambre. Otros, por los golpes terroríficos y mortales de la naturaleza y la pobreza extrema. No descubro nada nuevo, si escribo que para todas estas gentes que huyen de terror y las miserias en sus búsquedas por un futuro mejor,  no son nada fáciles.

Diversos son los puentes fronterizos que tienen que salvar, donde muchos de ellos los pagan con sus propias vidas. Según describe el periódico digital Izquierda Revolucionaria: los refugiados que logran llegar en primera instancia a países europeos empobrecidos y machacados por la crisis capitalista como Bulgaria, Grecia, Macedonia o la misma Italia o el Estado Español, pero que su situación no promete mejorar si consiguen acceder a los principales destinos en países del centro y norte de Europa. El caso de Alemania, que es el principal objetivo que pretenden alcanzar la mayoría de ellos, es bastante claro al respecto. Los refugiados son apilados en campamentos propios de zonas de guerra, con escasez de servicios médicos y problemas de higiene, al tiempo que el gobierno limita las ayudas económicas a estos centros lo cual empeora considerablemente las condiciones de vida de los allí internados. Paralelamente, se incrementa el número de deportaciones que batirán récords este año, y se plantea desde la CDU de Angela Merkel, pero también en el SPD o los Verdes, derogar o limitar el derecho de asilo.

Por todo ello, y ante tantas vicisitudes con las que tienen que pasar un refugiado o un inmigrante, Europa Occidental se convierte en el puente fronterizo deseado para millones de personas del Tercer Mundo. Muchas han sida las pateras y los cayucos que han llegado por las costas del Archipiélago canario. Muchas han sido las víctimas que pagaron un alto precio en la búsqueda de la libertad. Otros, lograron conseguir el objetivo deseado, pero no sin antes pasar por un verdadero infierno de pruebas muy duras. No hace mucho tiempo, he tenido el honor de conocer a una gran familia nepalí en el sur de Gran Canaria. No quiero poner sus nombres por respeto a su intimidad personal. Así, y juntos con mis amigos, Germán Domínguez Naranjo, presidente de Cooperación Internacional Dona Vida y Ana Moreno, vicepresidenta de la citada organización humanitaria, pudimos disfrutar del calor, cariño, amor y ternura de esa gran familia nepalí, donde el cabeza de familia fue en otro tiempo no muy lejano, un joven refugiado que tuvo la suerte, la entereza, la fuerza y la ilusión de traspasar la frontera de Rusia, Polonia,  Bielorrusia, Alemania y España. En su hogar, pudimos degustar un delicioso té y los famosos momos nepalí, junto con un salmorejo y tarta de manzana que llevó nuestra querida y gran amiga, Ana Moreno. Durante el desarrollo de la misma, pude escuchar del patriarca de la familia una gran historia de aventuras por la lucha hacia la libertad.

Este amigo y gran persona, un padre joven, casado con una bella mujer nepalí, tuvo que salir de su país dejando en Nepal a una joven mujer con un hijo; soportando bajas y durísimas temperaturas, fríos intensos que penetraban por sus huesos; sumergido entre las espesas selvas, nadando entre las noches oscuras con otros compañeros de viajes. El hambre, la fatiga, el miedo y las balas perdidas de los policías fronterizos, no fueron suficiente para derrotar a este valiente nepalí en su intento por un mundo y vida mejor.  Así fue la historia de este joven nepalí, que actualmente reside con su mujer y dos hijos en Gran Canaria. De su hogar me llevé una mochila de valores, al igual que cuando llegué de mi misión con Cooperación Internacional Dona Vida, el año pasado de  Nepal. Namaste. 

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