Basta ya, con las vidas no se juega a hacer política

Unos tremendos rugidos salieron esta semana pasada desde las entrañas del parlamento Europeo. Se estaba desarrollando una violentísima discusión, se escucharon gritos provenientes de todas partes del gran salón, puñetazos sobre la mesa, e infinitos cruces de miradas atónitas, miradas desafiantes, penetrantes y desconfiadas, muchas de ellas, (la inmensa mayoría) acompañadas de giros de cuello de derecha a izquierda y viceversa, sus señorías estaban muy furiosos y furiosas, la negatividad se había apoderado de sus conciencias.

 La tiranía y la mezquindad estaban brotando de las entrañas de la naturaleza humana, la inseguridad propia hacia tener un absoluto desprecio a las propuestas de otros, el odio y el rechazo comenzaban a tener campo abierto hacía la esquizofrenia, la inconsciencia y el cinismo absoluto.

En las sombras surgían recelosos mensajes en las Tablet, móviles o pc portátiles de sus señorías, provenientes de aquellos buffets logísticos controlados por expertos lobbies, para controlar y manipular todo aquello que se diga porque podría perjudicar a sus oscuros intereses. A su vez los lobbys  mantenían constantes comunicaciones con los poderes económicos, que marcaban la trayectoria a seguir, como están acostumbrados para salvar sus intereses.

Estos últimos, los de arriba, los grandes iluminados, los que tienen la sartén por el mango y manejan el mundo a su antojo, son tan necios y mentecatos en sus ansias de querer controlar a los demás, que no se dan cuenta de que están siendo ellos mismos controlados por su decadente naturaleza empobrecida por su falta de fe, ausencia de moral y una patética ética que ponen en práctica aparénteme jugando sus roles sociales en sus diferentes y prostituidos escenarios.

No son emigrantes, son refugiados, no buscan la libertad, buscan la seguridad.

Cuando se es responsable de una familia con menores inocentes, que no entienden nada de lo que sucede, que lloran desconsoladamente asustados de ver la muerte a su alrededor, que también pasan hambre, que no tienen acceso a medicinas, que sus casas corren el riesgo de ser asaltadas o bombardeadas, hay que elegir entre la libertad y la seguridad.

 La respuesta que algunos países han dado a este escabroso asunto, ha puesto manifiesto que han suspendido los tratados humanitarios internacionales, que sus principios morales los han dejado en el trastero, que les importan muy poco las vidas ajenas, y así por si les pareciera poco el sufrimiento de esas personas, les arrojan gases, les zancadillean, les mienten, les pegan, los meten en campos de concentración, etc.

Aunque aquí tengo que decir que no todos los países se han comportado así, también parece ser que la tolerancia a este tipo de acciones puede tener indicios de complicidades. Cuando la seguridad nacional está amenazada, algunos tratan de defenderse de pobres e inocentes ciudadanos pacíficos con armas solo propias de conflictos bélicos y en su defensa propia como si se tratara de una invasión y no de una huida.

Con estos movimientos desesperados de las sociedades humanas se está poniendo de manifiesto que hace falta otro tipo de políticas que sean capaces de distribuir mejor la riqueza de los recursos naturales, para poder afrontar esta enorme desgracia que sufren los países como consecuencia del cambio climático.

Las guerras por el agua ya están en marcha, y la tendencia con las actuales políticas neoliberales aumentarán las luchas para el abastecimiento de recursos naturales cada vez más escasos y degradados en los países pobres, donde los índices demográficos indican la escases de los recursos para los  abastecimientos más primarios, como por ejemplo el agua. 

La guerra civil en Siria fue precedida por una histórica sequía que duro más de diez años, que arruino a miles de agricultores, causó grandes migraciones interiores y agudizó las críticas al régimen de Assad, aumentando las tensiones inter-étnicas e inter-religiosas.